Wikia Cómo Entrenar a tu Dragón Fanon
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En nombre de Odín ¿Cómo el Telar de las Nornas pudo trazar un destino tan funesto? Estas fechas, Fiestas de Yule, Snoggletog, Navidad, como quieran llamarle, son un tiempo sagrado, dedicado a la paz, la familia y la alegría. Por Forseti, esto no es justo, ¿dónde quedo el honor de los Macrófagos? Sé que han hecho cosas mil veces peores, pero uno esperaría que al menos respetaran estas fechas, que tuvieran un mínimo de compasión, pero no. Siempre me demuestran que son peor, y, aun así, me esfuerzo en ser honorable a la hora de enfrentarlos, aunque no se lo merezcan. Primero me arrebatan a mi amada, después, traen a mi familia al presente, y los esclavizan, luego, el Desgraciado de Einarson, el infeliz asesino de mi amada, secuestra, tortura y enferma a mi hermano, para recuperar su poder, y ahora, son los responsables de la muerte de Adelphos, todo eso, sin mencionar lo que le hacen al mundo. Desde que nos conocemos, ya es la segunda vez que Adi muere, y esa vez en Berk, ni siquiera, fue su primera, por lo quiero creer que va a volver, pero no lo sé. No por nada, me insistió en que no era tan fácil. Le hice prometer que volvería, pero si ni él sabe si va a poder, yo menos, así que, por ahora, solo me queda cumplir mi parte del trato, cuidar a sus hermanos, no va a ser fácil. Estoy lleno de rabia e impotencia, creo que hablo por la mayoría de los Aureanos, al considerar a Adelphos como un signo de esperanza en nuestras vidas, Isabel, Mateo, Lucia, yo, hasta sus hermanos, ¿qué sería de nosotros sin él? Siempre estaba para quien lo necesitara, y por más que lo maltrataran, no cambiaba su actitud. Por eso, las veces que demostró su oscuridad, nos sorprendió a todos. Recuerdo aquella vez, con la Tribu Tepexitli, la forma en que se la agarro con el líder, todos quedamos impactados por eso, al punto que Lucía, a quien recién conocíamos, y que todavía era una maquina sin sentimientos, se enojó y lo encaro, provocando que nos abandonara por un tiempo. Ese es mi amigo, nuestro Adelphos. Su forma de hablar, tan poética que evoca a un campo de flores, junto a su entrega constante, descuidando su salud y bienestar por los demás, lo hace parecer una persona demasiado buena, y sus inseguridades pueden hacer creer que es frágil, como una flor a principios del invierno, con las primeras heladas, previas a la nieve, nieve como la que quedo marcada por su sangre, pero cuando lo conoces, te encuentras con su verdadero él. No solo su oscuridad, sino todo lo que es como persona, o lo que era, no sé. Adi es el tipo de persona que nunca terminas de conocer, un mar de genialidad, secretos y mentiras, algo irónico en un hijo de Quetzalcóatl, tal vez, por eso nos dolió tanto su supuesta traición, porque cuando pensábamos conocerlo, fuimos arrastrados por la tormenta a una costa de ignorancia, a no saber que creer de nuestro amigo. Con el paso de los días, noticias, rumores, encuentros y demás, terminábamos demonizándolo, creyendo que, en las profundidades de su ser, se encontraba una capa de egoísmo, capaz de darnos la espalda para servir a ese Imperio, que carga con tanta muerte, dolor, sufrimiento y destrucción, pero al mismo tiempo, muchos se negaban a aceptar esa realidad, Deo y Lucía, sobre todo, mientras que a otros nos costaba, y no sabíamos en que creer. Su traición era evidente, era lo que veíamos, nos había dejado para unirse a nuestros enemigos, pero no podía odiarlo. Después de todo lo que paso entre nosotros, devolvió a Abigail a la vida, y gracias a él, finalmente podemos estar juntos, podemos soñar con ese futuro, que esa noche en Retiro, los Macrófagos nos habían arrebatado ¿Cómo podía odiarlo? Pero al mismo tiempo, estaba toda la tensión, desde la interminable pelea entre Apolo y Ares, que fácilmente, podía estallar en cualquier momento, hasta mi madre, Odín bendito, lo que fue mi casa, cuando conté que Adelphos supuestamente nos había traicionado. Después de todos los problemas que tuvimos para volver a casa, una de las primeras cosas que hice fue ir a New Vinland, a ver a mi familia, y ni había terminado de hablar, que mi madre ya estaba murmurando, con la intensidad del vapor ardiente que escapa desde la nariz de un Scaldaron, y mientras mi padre, con cara de afligido y algo de bronca, hacia un gesto de resignación, mi madre estallo, gritando en nuestro idioma natal:

–"...¡Con los traidores, ni compasión hay que tener! Sucias ratas que apuñalan por la espalda..."–

–"...Vende patria, Cobarde Lengua de Serpiente. Si lo vuelven a ver, córtenle esa lengua, para que no vuelva a mentir..."–

–"...Ya es la segunda vez que te cagan de esta forma, Hans. Primero, ese bastardo de Einarson, y ahora, Adelphos, esto te pasa por confiar en la gente..."–  

–"...Ni se les ocurra darle una segunda oportunidad, ya van a ver como vuelve con un ejército de asquerosos Macrófagos, para acabar con todos nosotros..."–  

Mi madre, siempre tan explosiva, pesimista y desconfiada, pero muy cálida y amorosa, cuando explota, se la agarra con todo el mundo. Por el griterío, Björn corría de acá para allá, involuntariamente arrastrando los metales cercanos, con sus poderes magnéticos, aullando y girando o apretando las manos, frustrado por su dificultad para comunicarse, y mi padre –que, a diferencia de mi madre, es más calmado–, trataba de calmar la situación, sin mucho éxito. Los días pasaron, y por más que no quisiéramos, o no pudiéramos creer en la traición de Adelphos, esa parecía ser la realidad, por lo que cuando me encomendaron esa misión, lo último que podría haber imaginado, es que el contacto de Ava pudiera ser él. No sé cómo contar esto, me es todo muy reciente, y no sé si sea capaz, me duele solo tratar de recordar los detalles, me siento horrible por no haber intervenido cuando sus hermanos lo maltrataban, me siento horrible por la forma en que intente odiarlo, y me siento culpable al no haber podido hacer nada para salvarlo, y ahora, ni siquiera, tenemos un cuerpo para velar, solo una mancha de sangre en la nieve, y bronca en los corazones. El asunto es mucho más largo, pero digamos que comenzó en la Batalla de París, una batalla tan gloriosa, que le doy las gracias a Thor por haber participado. Hay estábamos, con tropas enemigas en todas partes, y el pueblo unido, luchando por su independencia, cuando luego de enfrentar a un grupo de Golems, caí inconsciente frente a la Puerta de los Leones, en el Museo del Louvre. Al reaccionar, no sabía bien lo que había pasado, pero supuse que en la pelea me habían noqueado, una deducción muy lógica en ese contexto. Mi último recuerdo, era haber rescatado del Palacio de Versalles, a un amigo de Cosette, que, si mal no me acuerdo, se llamaba Copalillot Copalyóllotl, pero después, mi recuerdo se volvía vago, y durante mi inconciencia, soñé que el amigo de Cosette era Adelphos, y peleábamos juntos, casualmente, en el mismo lugar donde desperté. Parte del sueño, me acompaño a la vigilia, y esperé encontrar a Adi a mi lado, probablemente, curando mis heridas, como en los viejos tiempos, pero en su lugar encontré a Niebla, su Cortaleña, quien me protegía del ataque de unos soldados Macrófagos. Mire hacia los lados confundido, y con la pesadez típica de cuando uno se despierta, busque tanto a Adelphos, como a Copalillot Copalyóllotl, pero no vi a ninguno. Mi suposición era que después del rescate, abandone el Palacio, enfrente al grupo de Golems, y uno de ellos logro noquearme con un golpe, y en el aturdimiento, se mezclaron mis recuerdos. Mi cabeza debía haber mezclado a la persona que salve, con Niebla, y mi negativa a aceptar la traición de Adelphos, dando forma a ese sueño. Había detalles que no cerraban, pero por alguna razón, acepte rápidamente esa suposición como realidad. Pero en ese momento, lo importante no estaba en mi mente, sino a mis alrededores. Durante mi inconciencia, las huestes macrófagas se amontonaron a mi alrededor, y todo ese tiempo, Niebla me había estado protegiendo, era el turno de volver al combate. Me levante, sacudiéndome el polvo de los hombros, y llevando mis dedos medio, anular y menique, de la mano derecha, hacia el brazalete, tocando una runa linmeraya con cada dedo, en el momento que active mis poderes, la Espada Linmeraya de Iones, o Espada de Iones, para abreviar, construida originalmente por el viejo Uriel, en la Villa de Retiro, usando los últimos restos de Acero de Agartha –un metal fundido en el Mundo Oculto, usando el calor y presión del corazón del planeta, para formar una aleación de Hierro con impurezas de Adamantino, Plata Lunar, y por último, Hierro de Gronckle– destruida en la misma Masacre de Retiro, y reconstruida hace unas semanas por Abigail, se teletransportó hacia mi mano, con su filo rodeado por un aura de electricidad.

A mí izquierda, Niebla abría las alas, amenazando a nuestros enemigos, a nuestras espaldas, el Louvre, y ante nosotros, no más de cincuenta soldados macrófagos, la mayoría armados solo con subfusiles, sin contar a los que ya yacían en el suelo. Me hubiera gustado pedirles que bajen las armas, no tenía demasiados motivos para enfrentarlos, y era claro que muchos de ellos estaban ahí, solo porque seguían órdenes a cambio de un sueldo, pero tal y como demostraban los cuerpos en el suelo, la batalla ya había comenzado, y solo me quedaba continuarla. Las balas me golpearon, pero gracias a la dichosa "armadura electromagnética", que rodea mi cuerpo en momentos de adrenalina, no atravesaron mi piel, pero, de todas formas, recibí los golpes, y esos dejan moretón. Niebla y yo nos lanzamos al combate, un corte por acá, una estocada por allá, una ráfaga de fuego impulsada con un aplauso de alas, rayos volando desde mis manos, las afiladas alas del dragón, cerrándose como una tijera, una serie de rayos cayendo según mis indicaciones. Disparos de magia, convocados por un mago macrófago, viniendo a toda velocidad hacia nuestra posición, mientras que yo, alertado gracias a mi electropercepción, cargaba mis dos brazos, como si fuera a dar un golpe, y a toda velocidad, cruzaba mis antebrazos, generando un cortocircuito masivo, que se manifestó como una chispa, una explosión eléctrica que bloqueo el ataque, y luego, canalizando mi energía a través de la espada, la levante hacia los cielos, invocando la electricidad de las alturas, para formar un muro de rayos, que se extendió desde mi cuerpo, hacia el mago, desde el suelo, hasta las nubes, dejando a todo aquel en el camino, fuera de combate, muerto en el peor de los casos.

Exhalé el aire contenido en mis pulmones, y me senté en un escombro, mientras me recuperaba. A mi alrededor, decenas de macrófagos, pero personas, al fin y al cabo, yacían muertos o heridos. Una parte de mi sonreía por la victoria, no solo mi pequeña victoria en medio de esa batalla, sino, la evidente victoria de mi bando, que podía sentir con mis poderes, pero al mismo tiempo, me sentía mal por los muertos y heridos. No me parecía justo usar mis poderes de esa forma, después de todo, ¿quién soy yo para decidir sobre la vida y la muerte de los demás? Pensé en que, si fuera Adelphos, podría invocar plantas medicinales para salvarlos, pero no soy Adelphos, así que nada podía hacer, más que dejar que los propios Macrófagos se encarguen de sus caídos, que para algo tienen la “Panacea”. Ese pensamiento, me hizo volver a pensar en Adelphos, y recordé el sueño que había tenido antes, mientras miraba a Niebla, como si ella me pudiera dar alguna respuesta, o tal vez, solo para no mirar a los caídos, pero en ese mismo momento, sentí que algo grande se acercaba a toda velocidad. No era un Capelobo, como creí en un primer momento, pero al igual que uno, venia hacia mí, destruyendo todo en su camino. Apoyándome en la espada, como si fuera un bastón, me levante, y cuando sentí que esa cosa estaba lo suficientemente cerca, le hice un gesto a Niebla, para que se alejara volando cuanto antes, orden que el dragón se negó a aceptar, antes de tomar una profunda bocanada de aire.

Del otro lado del Sena, una enorme figura humanoide, similar a un jötunn, corría a toda velocidad por una avenida, antes de tomar uno de los dos puentes, creo que el que está a la izquierda, desde el punto de vista de la Puerta de los Leones. Mi electropercepción me alerto de una amenaza, pero cuando lo vi, bajé la guardia, al creer que se trataba de Ares, y recién, cuando lo tuve demasiado cerca, lo reconocí y caí en mi error. No era Ares, era uno de esos Golems creados por Soña Smith a partir del ADN del riita, un Golem v8, como los que enfrentamos hace meses en Shanghái, e Interinsula, y lamentablemente, se parecía más a los que vimos en Interinsula, que a los de Shanghái. Como dije, al verlo a la distancia creí que era Ares, por lo que enfundé la espada, y me acerqué al puente, esperando un mensaje, una orden, un pedido de ayuda, algo, pero con la velocidad a la que corría, cuando lo pude ver bien, ya era tarde. Quise salir volando, pero antes de generar suficiente viento iónico, me embistió contra una torre, que esta junto a la entrada de un túnel subterráneo –“Pavillon de Flore”, así se llama–, lanzándome por el aire hacia atrás, y rebotando varias veces en el patio interior, antes de frenar en el Parque del Carrusel. Me levante con algo de dificultad, mientras contemplaba el derrumbe de la torre, esperando que, por la gracia de los Æsir, el Golem no se levantara, pero me equivoque. Los escombros se movieron, y el monstruo emergió, con un resplandor anaranjado entre las escamas de su cuello, y corrió hacia mí. Preferí esperarlo, sin huir, no tanto por mi honor, sino porque si no lo enfrentaba yo, lo tendría que hacer alguien más. Camine, lento pero firme hacia él, mientras acumulaba carga eléctrica en mí cuerpo, y cuando estuvimos tan cerca que ya podía golpearme, libere esa carga, para esquivarlo al deslizarme a la velocidad del rayo hacia un costado, y aprovechar su propio impulso para hacerlo caer, o al menos, aprovechar ese instante en que tuviera que frenar, para saltar a su cuello, pero mi plan fallo. El Golem se apoyó en el suelo, con la misma mano con que planeaba golpearme, y utilizando la inercia, giro, antes de incorporarse, e intentar golpearme. En lo que se demoró, tuve tiempo para prepararme, por lo que pude alzar mis manos para atajar su golpe, pero entonces, trato de golpearme con su otro brazo, por lo que tuve que repartir mis manos, una para atajar cada golpe. Quedamos trabados unos segundos, y realmente, pese a que, por ser medio hijo de Thor, digamos que tengo algo de fuerza, esa cosa era más fuerte que yo, por lo que, para no ceder, tuve que recurrir al viento iónico, impulsando mis brazos hacia adelante, pero no podríamos estar así para siempre. Así que apague el viento, para enfocar toda mi potencia en invocar rayos. Desde las nubes, los rayos cayeron buscando mis manos, atravesando y quemando al Golem, pero a pesar de lograr liberarme, los rayos no le hicieron demasiado daño a la criatura.

Desenfundé mi espada, a la vez que cargaba mis puños, canalizando mi electricidad en la hoja. Nuevamente, pude ver un resplandor anaranjado entre las escamas del cuello del Golem, y cuando este abrió la boca, lanzo una bocanada de fuego espeso, como un Gronckle o un volcán, y rápidamente, moví mi espada, desviando la mayor parte del ataque, antes de realizar un a fondo en el vientre de la bestia. El plasma que rodeaba el filo quemo piel y carne, al paso de la espada, y por la alta temperatura, una parte de su sangre se evaporo repentinamente, causando que la criatura estallara. Mire sus restos en el suelo, y me lamente por el desafortunado que tuviera que limpiar eso, pero en el momento exacto en que me disponía a volar para volver con los demás, escuche un burbujeo, y observe como las dos partes del Golem se volvían a juntar, mientras la herida en la panza cicatrizaba. Use viento iónico para alejarme, y ganar unos segundos, que debería aprovechar para pensar en algo, y rápido. Después de lo que paso en Interinsula, Adelphos nos explicó que esos Golems, en la práctica, eran Regeneradores v3 –algo que claramente estaba viendo–, pero antes de esa batalla, él estuvo revisando los restos de un Golem v8, muerto en Shanghái, y algo nos explicó, lástima que como justo estábamos con un problemita entre nosotros dos, yo estaba algo incómodo durante la explicación, y como no preste demasiada atención, mucho no me acordaba, pero afortunadamente, en el momento en que el monstruo se levantó, pude ver algo metálico en su pecho, y recordé:

–“Los Golems v8 son Golems v7 creados a partir del ADN de Ares”–

Golems v7, a esos sí que los conozco, y sé que tienen un motor en lugar de corazón, por lo que pensé que la solución era fácil. Si el motor era a explosión –cosa que dudo–, necesitaba una bujía, una parte que, mediante electricidad, encienda el combustible, parecido a cómo funciona el fuego de un dragón, y si era un motor eléctrico, funcionaba puramente con electricidad. Existen otros tipos de motores, como los que son a vapor, pero los de explosión y electricidad son los más comunes en la actualidad, por lo que supongo que el que usan los Golems debe ser de este tipo, y como dudo que los Golems tengan tanques de combustible en su interior (si fuera así, serían más fáciles de vencer), lo más probable es que en lugar de corazón, tengan un motor eléctrico, así que sonreí, esperando una victoria fácil. Si había corriente eléctrica circulando en su interior, tenía que sentirla con mi electropercepción, y poder manipularla con mis poderes, pero al concentrarme en su corriente interna, solo sentí la de sus nervios, y el campo electromagnético normal de su cuerpo, mientras que, en su pecho, había un vacío, una esfera de metal sin nada en su interior, al menos, desde mi punto de vista, y entonces me di cuenta:

–A la chingad@, el culero tiene una Jaula de Faraday protegiendo su motor–

Tenía sentido, con el Operativo Phoenix destruido, los Macrófagos ya no pueden abrir tantos portales como antes, por lo que era lógico pensar que ese Golem ya estaba en París, antes de la pelea, y que, gracias a la Jaula de Faraday, sus componentes eléctricos y electrónicos se mantuvieron aislados y seguros cuando realizamos el PEM a nuestra llegada. Me parece sospechoso que estén preparando Golems así, supongo que lo harán para enfrentar semidioses con poderes eléctricos, como Orión y yo, pero su presencia en París, y que justo se dirigiera hacia mi posición, me hizo temer que Soña quisiera mis genes, y que ese Golem estuviera para eso. Llegue a temer que fuera un plan de Adi, después de todo, se suponía que trabajaba para Soña, no era raro suponer algo así, pero eso mucho no importaba. Fuera como fuera, era claro que yo solo no podía contra ese monstruo.

Desde el cielo, descendió Niebla, bañando al Golem en una nube de fuego, antes de posicionarse a mi lado. Era extraña la forma en que me protegía, después de todo, se suponía que la dragona tenía que estar con Scarlett y Cosette, no conmigo, pero bueno, ahí estaba. Yo con mi espada, ella con sus alas, íbamos cortando al Golem, pero este siempre se regeneraba, incluso, recordando el enfrentamiento de Heracles con la Hidra de Lerna, intente cauterizar las heridas, pero tampoco funciono, las heridas solo explotaban, volviendo a sangrar, y entonces se regeneraban. Cargue la espada, y mientras Niebla le mordía la nuca, usando alas y cola para sostenerse, intente hacer una estocada debajo del esternón, con la esperanza de provocar una explosión como la del vientre, con la que abrir una brecha en su caja torácica, para extirpar su motor, como si fuera un sacrifico Azteca, pero cuando lo intente, me encontré con unas costillas reforzadas con un metal muy resistente. Mientras luchaba por abrir esas costillas, el Golem salto hacia atrás, cayendo de espaldas al suelo, y dejando a Niebla fuera de combate. Yo también caí al suelo, y luego de rodar para evitar el demoledor golpe que esa mole quiso darme, pude verlo arrancarse la Espada de Iones del pecho, como si nada, antes de lanzarla lejos, mientras su herida desaparecía. Perdí tiempo intentando teletransportar la espada hacia mi mano, pero la criatura no, y rápidamente, me tomo del cuello, impidiéndome respirar. Intente soltarme, pero con la fuerza de sus músculos, y el cada vez menos oxígeno en mi sangre, me era imposible, y solo podía observar como la criatura corría en dirección al Sena, en donde me sumergió, anulando mis poderes.

Gracias al agua que se filtró entre sus dedos, me deslicé y tuve unos segundos para asomarme hacia la superficie, tomando la bocanada de aire que tanto necesitaba, pero el Golem lo advirtió rápidamente, y camino al centro del río, en donde me sostuvo contra el fondo, tratando de ahogarme. Mis poderes habían sido anulados por el agua, su puño me inmovilizaba contra el fondo, y la necesidad de respirar era cada vez más sofocante. Finalmente, cuando creía que sería el final, vi una potente luz, bajando del cielo. La luz cubrió unos metros del lecho del Sena, y en un destello, el rio se abrió, y a cada lado se alzaron paredes de luz. Con la claridad que ahora tenía, pude ver como parte de la luz del sol, que se colaba entre las nubes, se condensaba en una suerte de hilos, parecidos a una telaraña, cada vez más espesos, hasta que formaban esa especie de dique, y de repente, una serie de hilos similares a los que llegaban del cielo, pero más gruesos, brotaron de las paredes y el suelo, convirtiéndose en cadenas en el momento que tocaron al Golem, quien, fue obligado a soltarme, quedando inmovilizado por las cadenas. Tosí mientras me levantaba, escupiendo agua, y escuché la voz de mi amada Abigail, quien desde la orilla sur me decía:

–Hans, salí rápido, no se cuanto pueda mantenerlo–

Al no poder volar, y tener que arrastrar el peso de la ropa mojada, me costó salir, pero logre hacerlo, y llegue hasta Abigail. Ella estaba parada, con los brazos hacia adelante, y los dedos arqueados, controlando un Hechizo Fotónico, básicamente, estaba obligando a no sé cuántos Fotones, a tener masa, y mantenerse unidos en una estructura cristalina, con una resistencia proporcional a la fuerza que pudiera hacer con sus brazos, y una forma designada por pura fuerza de voluntad. En el centro de la distancia entre sus manos, había una “bola de luz”, con la que controlaba el dique, y esa bola de luz atraía sus manos, amenazando con cerrar y desintegrar el dique, algo para lo que todavía no era el momento. Mientras subía a la costa, la escuche decir con dificultad –“¡Vamos! Solo un poco más”–, y cuando corrí a su lado, me pidió que sostuviera sus brazos, por lo que agarrándola por atrás –no malpiensen– tome sus antebrazos con mis manos, ayudándola a mantener el hechizo. La atracción de esa pelota de luz era realmente fuerte, y por cada segundo que pasaba, más fuerza teníamos que hacer, y si se acortaba la distancia entre las manos de Abigail, el dique, junto a las cadenas se debilitaba. Le pregunte que había que hacer, a lo que solo respondió que evitara que sus manos se acercaran, y entonces, cerró los ojos, mientras pronunciaba unas palabras, un hechizo linmerayo, a la par que movía los dedos. Tanto en el dique, como entre sus manos, apareció una especie de “niebla de luz” –no se me ocurre otra forma de llamarlo–, que comenzó a moverse de una mano a la otra, y de una pared a otra, como si rebotaran, cada vez a mayor velocidad. Entonces, la niebla se convirtió en un fuego etéreo, que cortaba y quemada al Golem. Las paredes del dique brillaron en amarillo, las cadenas en blanco, y ese fuego etéreo paso de blanco a rojo, de rojo a verde, de verde a azul, y finalmente, el azul se tornó purpura. En ese momento, Abigail abrió los dedos, hizo una pausa en el hechizo que recitaba, para tomar aire, y al mismo tiempo que rápidamente enderezaba sus dedos, como si señalara los dedos de una mano con los de la otra, recito con toda la potencia de su voz, la última línea del hechizo, y tanto entre sus manos, como en el dique, el fuego etéreo brillo, como un sol purpura, quemando la carne del Golem, dejando solo sus huesos muertos y calcinados. En ese momento, Abigail abriendo los ojos, me pidió que la soltara, y en cuento lo hice, ella dio un aplauso, que resulto en el cierre y disolución instantánea del dique, dispersando los huesos del Golem por el Sena.

En ese hechizo, Abigail uso mucha energía, demasiada para su nivel –por lo que entiendo de Magia Linmeraya, se clasifica a los practicantes por niveles de habilidad–, pero lo hizo para salvarme. Por el cansancio, aflojo sus rodillas, yo la seguí, y terminamos sentados en el suelo, abrazándonos:

–¿Cómo estas Rayito? – pregunto ella

–Ahora estoy bien, gracias– respondí, y ella giro la cabeza para besarme, y quedar abrazados de frente

–Me alegro– Hablamos un par de cosas entre nosotros, nada que valga la pena incluir en el relato, hasta que pregunte:

–¿Cómo va la batalla? –

–Ganamos. La ciudad del amor ha sido liberada, los Macrófagos se retiran, solo falta firmar papeles, y Francia recuperara su libertad–

Nos quedamos abrazados mientras recuperábamos fuerzas, y en cuanto pudimos, nos levantamos, y tomamos el puente más cercano. Durante la pelea, en ese momento que perdí de vista a Niebla, ella voló al campo de batalla, buscando ayuda, y gracias a eso, Abigail llego al rescate, y ahora, los dos caminábamos hacia donde había quedado la dragona, para sanarla. No hay mucho que contar del después de batalla, ósea, hubo lo típico, festejos, reuniones, firma de papeles, sanación de heridos, entierro o cremación de los muertos, identificación de algunos cadáveres, lo normal de toda la vida en la guerra. Después de sanar a Niebla, Abigail y yo habíamos pensado en festejar la victoria, primero recorreríamos un poco de Louvre –que lo teníamos literalmente ahí mismo–, y después, veríamos como seguiría nuestro día, pero antes de poder hacer cualquier cosa, me encomendaron esa misión, y tuvimos que cancelar los planes.

¿Por qué yo? En ese momento no lo sabía, pero al escuchar que debía hacer de conductor, solo pude recordar una pequeña anécdota, más bien, un detalle dentro de la anécdota. Si yo me escape del orfanato a principios de septiembre, esto tuvo que haber sido en octubre o noviembre de 2018, si tuvo que ser por esas fechas, que creo recordar un comentario sobre el calor, y el inminente verano, junto a un comentario mío preguntando inocentemente en qué clase de monstruo mecánico estábamos montados, que era esa criatura a la que llamaban “corsa”, en cuyas entrañas viajamos, huyendo de los macrófagos. En ese entonces, yo creía que los autos eran algún tipo de escarabajo, y me daba asco la idea de viajar en el interior de uno –en parte, porque me recordaban al furgón en el que me trasladaron de Sierra de los Padres, cerca de Mar del Plata, a ese orfanato de Buenos Aires–. Abigail y yo nos habíamos conocido hacia poco, y apenas si éramos amigos, bueno, puede que ya hubiera algo, yo creo que sí, pero se entiende. Esos sentimientos que se tienen entre la infancia, todavía medio retenida a los quince años, junto a mi timidez y el desconocimiento del nuevo mundo que me rodeaba, combinado con el rechazo de su familia, que reflejaba en mí el miedo y el trauma de ver a sus guerreros caer. Los Linmerayos en Retiro, vivían temerosos, prefiriendo refugiarse en lugares inmundos, negando la gloria de su pueblo, bajando la cabeza ante el Imperio, en una suerte de súplica, como mendigando un día más de vida. Mi amada es rebelde, siempre le reventó el “ovejismo” en que vivía su pueblo, por eso, siempre había problemas en su casa. Sus padres vivan con las pelotas en la garganta, temían lo que pudiera pasar por la negativa de Abigail a bajar la cabeza, y sus hermanos, nutridos en ese miedo, actuaban casi como cadenas. A diferencia de dos de los hermanos de cierto amigo, ellos nunca le gritarían de esa forma, o la golpearían brutalmente, pero ahí estaban, vigilando que no se metiera en líos, y para ellos, yo era un lio. Un extraño, un inadaptado amigo de su hija, que la empujaba al desastre temido por sus padres. Cada enfrentamiento, derrota o victoria, que tuvimos, para ellos era una puñalada, y así fue, hasta que, al ganar algunas batallas importantes, el poder macrófago en Buenos Aires peligró, alentado a más Linmerayos a luchar. No sé si fue por pura pinta –apariencia–, o si realmente despertamos algo en ellos, pero la familia Shadaiet termino apoyando la lucha, al punto que Erik y Noemí participaron en algunas batallas… y después vino ese día de mierda, con el desembarco y la masacre.

Pero volviendo al tema, un linmerayo cuyo nombre no recuerdo en este momento –nunca he sido muy bueno para recordar nombres–, había caído prisionero, no de la Policía de Argentina, sino, de los Agentes Macrófagos, y por eso, su nombre y detención no figuraban en ninguna parte. Sus padres pensaron en presentar un Habeas corpus, pero la “Junta de Retiro” –o la “Junta de Retirada”, como les llama Abigail–, que era lo más parecido a un gobierno Linmerayo, en la Villa de Retiro, se opuso, no tanto por temor a las posibles consecuencias, si no, por la inutilidad del trámite. Ahorrare los detalles para otra ocasión, pero por ese motivo, planeamos su rescate, no Abigail y yo, cuatro o cinco pibes, entre los que estaban un hermano del desaparecido, dos amigos suyos, y nosotros dos, que nos sumamos como apoyo. Ese detalle de la anécdota que recordé, fue como luego del rescate propiamente dicho, tuve que usar mis poderes para “dar vida al insecto de metal”. Todos ahí éramos pibes, creo que todavía ninguno tenía experiencia en ese tipo de cosas, y lo que hacíamos era un poco de plan, y casi toda improvisación. Literalmente, dedujimos que el chico estaría retenido en cierto cuartel, por lo que fuimos, rompimos una pared, combatimos a los guardias que salían al cruce, abrimos todas las celdas que veíamos, y cuando encontramos al chico que fuimos a buscar, salimos corriendo, y así nos fue, terminamos con cinco Disparagones persiguiéndonos. Como no queríamos llamar la atención, fuimos sin dragones, lo que nos obligó a robar un auto para escapar.

El corsa es un auto para cuatro personas, y más o menos, porque es ese tipo de auto pensado para que viajen dos en la parte de adelante, dejando la de atrás para alguna eventualidad, y en esa eventualidad, éramos seis personas. En el asiento del conductor, se sentó uno de los chicos, que se la daba de pistero –corredor de carreras ilegales–, el típico ignorante que se la da de experto, pero ni bien lo corres un poco, deja ver su ignorancia, y así fue, quiso arrancar el auto, siguiendo un truco que vio en una película, y no funciono. Ahí entre yo.

En ese entonces, la parte que sabía controlar y utilizar de mis poderes, era hacer circular una corriente eléctrica por mis manos, y no mucho más, nada de golpes cargados, rayos, vuelo, ni nada por el estilo, así que básicamente, era una batería humana, justo lo que se necesitaba en ese momento, por lo que, luego de cambiar lugar con otro de los chicos, me senté en el asiento del acompañante, y al sostener un par de cables en mi mano izquierda, pude hacer arrancar el auto. El resto ya es otra historia, pero fue a partir de eso que tuve cierta curiosidad por los autos, y digo curiosidad, porque creo que no va para más. Quien sí se está interesado en el tema, es mi padre, que desde su “llegada” al presente, se está informando bastante del tema, pero para mí, mi interés en los autos fue más una necesidad de saber qué era eso, y al descubrir que se pueden montar, yo quería saber cómo. No se rían, pero en mi cabeza, montar un auto era lo mismo que entrenar a un Stinger para tirar de un carro, por lo que yo esperaba encontrar nidos de autos, y distraer a los padres para robar un huevo, o en su defecto, atrapar un auto salvaje, mientras sea joven. Nunca en mi vida entrene a un Stinger, los dos que tuvimos en Sølv, los compramos en criaderos, pero yo había visto como se hacía, por lo que suponía que sería capaz de imitarlo, y si era así, podía aplicar lo mismo a los autos. Claro, cuando después de ese rescate, uno de los chicos pidió dos pizzas para que cenáramos los seis, yo pregunte por los nidos de autos, y se me cagaron de risa. Nadie se burló, porque ya sabían que yo no nací en esta época, pero las risas no faltaron. Después de ese día, por miedo a quedar en ridículo, no insistí con el tema autos, hasta que no hace mucho, salió el tema, y Abigail me comento que en su tiempo en el más allá, aprendió a manejar, por lo que podía enseñarme, y bueno, así estamos. Pese a lo que varios dicen, yo no me consideraría un gran conductor, pero mi electropercepción ayuda y mucho, por lo que me defiendo bastante bien.

Volviendo a París, Ava necesitaba que fuera hasta el bosque cercano a Luxemburgo, en la Comuna de Strassen, para buscar a Acoatl Xilotl, el mismo médico que nos curó a Lucía, Abigail y a mí en Buenos Aires, al que le di las viejas llaves de mi taller, pero cuando escuche el pedido, quede confundido, sintiendo que las cosas a mi alrededor no encajaban. Primero, una pequeña laguna en mi memoria, segundo, un sueño extraño, tercero, la pelea con el Golem de recién, y ahora, una misión, que llegaba así de improvisto, y que involucraba a Acoatl, pero lo que más me llamaba la atención, era ¿cómo Acoatl llego a Luxemburgo? y ¿cómo él y Ava se conocían? Hasta donde yo sabía, Acoatl era un estudiante mexicano que estaba en Buenos Aires por un programa de intercambio, al mismo tiempo, trabajaba como médico en un refugio, no era imposible que conociera a Ava, pero teniendo en cuenta que, ante la propuesta de unirse a nosotros, dijo que prefería no involucrarse directamente, por lo que fue inesperado escuchar que necesitaba nuestra ayuda de esa forma y en un lugar como Luxemburgo. Algo me decía que estaban poniendo una gran responsabilidad sobre mis hombros, pero al preguntar, Ava solo me dijo que Acoatl necesitaba ayuda, y que no tenía más información. Una parte de mí, solo quería quedarse ahí, disfrutando la victoria junto a mi amada, pero alguien necesitaba mi ayuda, y ese alguien, era la misma persona que desinteresadamente, nos cuidó en Buenos Aires, por lo que no me podía negar. Tome aire mientras me erguía, como una forma de mostrar voluntad, y pregunte que debía hacer.

Entre Paris y Luxemburgo hay casi trescientos kilómetros, por lo que podía ir volando. No sé cuál sea mi velocidad máxima, o cuánto tiempo pueda volar sin tener que descansar, pero supongo que puedo cruzar esa distancia en pocas horas. El tema, es que, si fuera volando, tendría que cargar a Acoatl, lo cual podría tener algún inconveniente, no creí que fuera demasiado problema, pero Acoatl, según me explico Ava, traía unos papeles muy importantes, y por eso necesitaba el auto. Yo la mire preguntado ¿qué papeles? Hasta recién, Acoatl solo necesitaba transporte, y ahora, lleva unos papeles muy importantes, más motivos para sospechar, pero Ava me dijo que no había tiempo para preguntas, y que debía estar listo para realizar un viaje de cuatro horas, y que partiría en ocho.

Ocho horas más tarde, tal vez un poco más, o un poco menos, para el caso da igual, me presente en la “Place de la Bastille”, lugar donde antaño se ubicaba la Bastilla, y donde había quedado encontrarme con Ava. Por lo que habíamos hablado el día anterior, yo imagine que habría un auto esperándome en la propia “Place”, pero parece que el estacionamiento está algo restringido por esa zona, así que tomamos el Boulevard Henri-IV, hasta llegar a la Rue Jacques Cœur, y estacionado junto a un bar, encontré un Citroën –¿qué mejor marca para manejar por Francia?–, de un modelo reciente, que no reconocí. Su carrocería era de un color gris bastante feo, que supongo que eligieron para pasar desapercibidos, ya que, por alguna razón, la gente suele comprar autos grises; y estaba salpicada con barro seco, para aparentar que era un auto con algo de uso, y no un auto recién robado salido de la concesionaria. Con esto último, tuve una queja, y es que si la idea es pasar desapercibidos ¿no era más lógico tomar un auto con diez, veinte o treinta años, en lugar de uno nuevo? Me explicaron que era por la mecánica, para estar seguros con el funcionamiento, pero a mí me preocupaba que, si los macrófagos distinguían una patente francesa nueva, a pocas horas de la batalla de París, desconfiaran. Mis compañeros me ofrecieron usar magia para cambiar la patente, pero preferí rechazar la oferta, creyendo que ese cambio pudiera traer problemas innecesarios. Lástima que, si hubiera aceptado, las cosas podrían haber sido más faciles, pero lo hecho, hecho esta.

Antes de subir al auto, me tome unos segundos para mirar el edificio al lado del que estaba, mientras pensaba en las Islas Amanecer. Con el crecimiento de la tribu, era obvio que tarde o temprano sería necesario construir una o más ciudades, y bien sé que algo se está planeando. Fue ese el motivo por el que me detuve unos segundos para mirar la arquitectura, esos edificios que a día de hoy son antiguos, pero para mí, siguen siendo nuevos, y sentí un poco de lastima, sabiendo que hoy en día ya no se construye de esa forma. Al menos, en lo que llevaba desde mi despertar en el presente, solo había encontrado dos tipos de arquitectura contemporánea, la que parece una caja de zapatos, construida sin nada de vida, y con materiales frágiles, y la arquitectura que parecía exótica, salida de la mente de artistas que sí, construyen obras muy originales, pero que no dejan de ser exóticas y… no termino de entender si eso es bueno o malo, lo que se, es que los estilos de arquitectura más clásicos me despiertan algo que las contemporáneas no hacen, y es por eso que me da lástima que ya no se construyan edificios así. Pensando en eso, perdí tiempo, para disgusto de Ava, quien se notaba algo apurada, y me lo hizo saber:

–Hans, no tenemos todo el día, y tienes que hacer un chingo de kilómetros–

–Perdón, solo estaba…– Comencé a señalar el edificio, pero no me dejo terminar

–Sí, sí, todo muy lindo, pero ya tendrás tiempo cuando vuelvas con Acoatl– Abrió la puerta del lado del conductor, y cuando me acerque, me dio las llaves –Recuerda, nos quedamos en París hasta mañana al mediodía, si cuando llegan no nos encuentran, abran un portal directo a casa– La mire un poco sorprendido con lo último que dijo, y mientras me sentaba, le dije

–Ah, perfecto, ¿cómo abro un portal?– Ava abrió los ojos, como si se hubiera dado cuenta de algo –¿Acaso Acoatl puede abrir portales?–

–No, creo que no, solo lo decía por costumbre, ya sabes, cuando Adi estaba con nosotros, y abría portales en cualquier parte– Yo asentí con la cabeza, claramente, en esa conversación ya estaba todo dicho, al menos, todo lo que yo debía saber en ese momento, y mientras regulaba el asiento junto a los espejos, ponía el contacto para revisar los indicadores en el tablero, y me ponía el cinturón, Ava volvió a hablar –Me olvidaba, toma– me alcanzo una pieza rectangular de vidrio y alguna clase de plástico, que revise, creyendo que era alguna clase de espejo negro, tal vez, una herramienta ocultista –Es un celular, un teléfono móvil– Asentí con la cabeza, para mostrar que entendía a qué se refería, mientras buscaba los famosos tres botones en el costado (subir/bajar el volumen, y el de encendido), y lo prendía. La pantalla se ilumino, y en unos segundos, salió una animación con un logo, supongo que algo así como la firma del herrero que lo hizo, supongo que los herreros son los que hacen los celulares, ¿qué otra profesión no ocultista se ajusta mejor? –Cualquier cosa, el número que está agendado es mío, si tienes algún problema, llama– Cuando el celular se prendió, Ava me paso la clave, un número de seis dígitos que servía de contraseña, y entonces, tras despedirnos, cerré la puerta y partí.

El celular tenía aplicación de GPS, por lo que me guie siguiendo sus indicaciones. En la misma esquina en que arranque, la Rue Jacques Cœur se encontraba con el Boulevard Henri-IV, calle que tomé hasta doblar y tomar el Boulevard Bourdon, por donde seguí hasta Voie Mazas. Por este último camino, crucé París, en paralelo al Sena, cambio de nombre un par de veces, Quai de la Rapée, Quai de Bercy, y así, hasta desembocar en la Autoroute de l'Est, también llamada Autorute A4, por donde abandoné la ciudad. Crucé el Río Marne, y no mucho después abandoné el Val-De-Marne. El conurbano de París, era más grande de lo que esperaba, y el transito no era el mejor, por lo que me demore más de lo que esperaba. Tarde poco más de dos horas en llegar a Reims, cuando el GPS decía que solo sería una hora con cuarenta y ocho minutos. Por el tránsito, perdí diez, veinte minutos a lo sumo, no es mucho, pero teniendo en cuenta que todavía me faltaban dos horas de viaje, me convenía no perder más tiempo. Aun así, hice una parada al lado de un puente cerca de Ormes, creo que no se podía estacionar en donde lo hice, pero quería consultar unos datos en el mapa, y de paso que estaba, vaciar la vejiga, que el agua de los mates que había tomado con Abigail antes de ir a la Place de la Bastille ya había hecho su ciclo. Mientras esperaba a que el celular agarrara conexión, me acorde de Abigail diciendo que un día, teníamos que juntar a todos los rioplatenses de la tribu, y hacer una ronda de mate entre todos, y por supuesto, invitar al resto, como un gesto de unión y amistad. No sé qué reacción tendrán los demás ante la idea de compartir un mismo porongo y una misma bombilla entre no sé cuántas personas, pero si a mí Adelphos me dio a probar comida mexicana sin advertirme del picante, no se pueden quejar, ay Forseti mío.

El celular se conectó, y pude revisar el mapa. Faltaban 221 kilómetros, y afortunadamente, la velocidad máxima en la Autorute A4 es de 130 km/h, una de las velocidades límite más elevadas de Europa, por lo que podría hacer el recorrido en poco más de hora y media, pese a que, según el GPS, serian tres, algo que me hizo saber que esa máxima de 130 no es en toda la Autorute, y claro, cuando tomara la Autoroute de Lorraine-Bourgogne, abreviada A31, cerca de Luxemburgo, me esperaba el tránsito, y una máxima inferior. Viendo con más detalle, llegaría a la A31 en 180 km, si podía ir a máxima velocidad todo ese tramo, llegaría en hora y media, y después, tendría que recorrer 47,2 kilómetros de la A31, que, según el GPS, haría en 28 minutos. Efectivamente, los cálculos indicaban que me faltaban dos horas más de viaje, no sabía dónde o como estaría Acoatl en ese momento, por lo que debía dejar de perder tiempo, y volver cuanto antes a la ruta. Mire la hora en el celular, para calcular a qué hora llegaría, me encontré con una sorpresa, decía que eran las 12 del mediodía, y lo mismo pasaba con el reloj del auto, pero en el cielo, la posición del sol no era la del mediodía, no era muy diferente, pero no era la indicada por los relojes. Me quedé unos segundos a la defensiva, usando mi electropercepción para estar alerta, sabiendo que, entre las filas macrófagas, se cuenta a Kros Davis, hijo de Cronos, el Señor del Tiempo de la Mitología Griega, por lo que temí alguna clase de distorsión temporal, pero no pasó nada más que los autos adelantándome en la A4. Finalmente, recordé la existencia de zonas horarias, y para calmarme, quise consultar la zona horaria del celular, esperando que tuviera la zona horaria de las Islas Amanecer, y por alguna razón, el auto estuviera igual. En la pantalla principal, toque un engranaje, abriendo un menú de opciones, y tras dar unas vueltas, llegue a <<fecha y hora>>, y allí pude ver que la zona horaria era GMT, un número que no recuerdo, y entre paréntesis, Fotiapolis, la isla capital del Imperio ¿Por qué esa zona horaria? Sabía que, en Luxemburgo, había un importante Palacio Macrófago, pero hasta donde sé, siguen teniendo su propia zona horaria, por lo que claramente, ese no era el motivo, por lo que supuse que, por alguna razón, Ava y Acoatl se coordinaban en base a la hora de Fotiapolis, pero ¿por qué? Pensé en llamar a Ava, y consultar, pero concluí que no debía ser algo tan importante, y que, en el peor de los casos, ya vería que hacer. El peor de los casos, –"...Ya es la segunda vez que te cagan de esta forma, Hans. Primero, ese bastardo de Einarson, y ahora, Adelphos, esto te pasa por confiar en la gente..."– ¿Qué tal si Ava también nos había traicionado, y esa misión era una trampa? ¿y si tanto el celular como el auto tenían la hora de Fotiapolis, porque eran de origen Macrófago? Tuve miedo a que las palabras de mi madre, –"...esto te pasa por confiar en la gente..."– fueran realidad, pero preferí confiar, cualquier cosa, si las cosas salían mal, ya vería que hacer. Volví a subir al auto, me puse el cinturón y partí.

Siguiendo por la A4, pase por varios pueblos, cruce el Río Mosa, abandone el departamento de Meurthe y Mosela, y a poca distancia de la localidad de Brieux, tome la salida de la derecha, para dar una vuelta e incorporarme en la Autoroute de Lorraine-Bourgogne, la A31, como indicaban los carteles. El trayecto entre Ormes y el camino por donde tome la A31, me tomo una hora cuarenta, por lo que, en total, me había demorado algo más de tres horas y cuarenta minutos. Supongamos que todavía me faltaban dos horas y cincuenta minutos, o tres horas en el peor de los casos, para llegar a mi destino. Considerando que el reloj del celular indicaba que era la una de la tarde, supuse que llegaría a Luxemburgo a la una y media, o a las dos menos cuarto, pero tan pronto como ingrese en la A31, me topé con un gran problema. Enormes bestias acorazadas, con colas largas y pesadas, que arrastraban en su lenta pero firme marcha, que viajaban por la ruta, algunos en completa soledad, otros en manadas, y que entorpecían el tránsito. No, no me refiero a ningún críptido, ni a ninguna invención de Soña Smith, me refiero a una bestia de carga creada por la mano del hombre en la modernidad, los temidos Camiones. El GPS decía que entre la rotonda donde tome la A31, cerca Hauconcourt (Francia), y la frontera en Dudelange (Luxemburgo) sería un trayecto de 22 minutos, ¿sabés cuánto tarde? Tarde una hora y no sé si veinte o treinta minutos ¿Qué tantas cosas se estaban llevando de Francia a Luxemburgo? ¿Es así todos los días, o solo fue por la Batalla de Paris? Y aparte, no había solo camiones, también había autos, mucha gente queriendo cruzar a Luxemburgo, supongo que Macrófagos y cipayos. Ya me estaba calentando, en cualquier momento, me bajaba del auto, y me iba volando. No estaba demasiado lejos de Luxemburgo, podía ir volando al punto de encuentro con Acoatl, y llevarlo a él y sus papeles hasta el lugar donde dejara el auto, pero temí que si pasábamos volando, llamaríamos la atención, digo, no sé cuántos mortales primitivos haya en el lugar, o que ven los mortales modernos cuando vuelo, si es que ven algo, pero preferí no arriesgarme, que cualquiera fuera el caso, no se ve a alguien volando todos los días, bueno, eso supongo, en las Islas Amanecer si pasa, pero creo que no en todo el mundo. Solo por eso, esperé pacientemente en el auto, hasta que me di cuenta de lo peor para mi situación en ese momento, un control de frontera a quinientos metros, uno de los motivos de la demora en el tránsito.

Después de la liberación de Francia, era obvio que habría algún control fronterizo en Luxemburgo, es más, nosotros tendríamos que tener nuestros propios controles, para evitar la llegada de Macrófagos, pero el problema era que yo, Hans Daven, un Aureano con cierto nombre, y figura de interés para el Imperio, ¿cómo iba a cruzar el Control de Frontera? Mi instinto me dijo que siguiera avanzando, y en el punto que me pidieran los papeles, sacar la Espada de Iones, enfrentar a cada soldado, macrófago o luxemburgués, que se opusiera en mi camino, y después… ¿Y después qué? ¿pasar a buscar a Acoatl con los macrófagos pisándome los talones? ¿seguir peleando hasta que dejen de venir? ¿correr el riesgo de caer en combate, y dejar a Acoatl a su suerte? No, en ese momento no debía pelear, tenía que encontrar otra solución, y entonces, tuve una idea algo arriesgada que no sabía si funcionaria, pero podía intentarlo. Estaba a más menos, la mitad de esos 500 metros, faltaban 250 para el control, con el auto, yo estaba sobre el carril izquierdo, y adelante mío, había un camión. En una zona que entre 95 y 170 metros desde el control, se abre una suerte de bifurcación de la A31, un camino paralelo que da una vuelta junto al control, antes de incorporarse de nuevo al tránsito normal, y lo que me importaba, es que, en un costado de esa vuelta, se abría un camino de tierra, mi ruta de escape, y entonces tuve un plan. Cómo comente antes, en el relato de mi enfrentamiento con el Golem v8, los motores a explosión dependen de la electricidad para encender el combustible, y si tan solo, pudiera acceder al circuito de las bujías, podría controlar la corriente, e intentar algo, podía encontrar la forma de detener el camión, y usarlo como distracción para escapar por ese camino paralelo. No sabía si eso funcionaria, pero de lograrlo, el plan era dejar el camión quieto a por lo menos 95 kilómetros del control, de forma que dejara el carril derecho bloqueado, “justificando” la desviación de parte del tránsito. El único problema, es que, para acceder al circuito del camión, necesito un medio conductor, un cable de metal, un cuerpo de agua, lo típico, pero claro, no había nada de eso, por lo que me tocaba disparar cargas desde mi mano hacia el acoplado del camión, hasta superar la tensión de ruptura del aire, ionizándolo de paso, y formando un arco eléctrico desde mi mano hasta el camión, nada que no haya hecho ochocientas mil veces antes, pero el problema, es que un arco eléctrico libera mucha luz y calor, por lo que me estaría delatando solo. En ese escenario, era necesaria una opción más sutil, pero también más difícil, tenía que generar una corriente en el acoplado, sin tener contacto, y cuando esta corriente tuviera la Potencia suficiente, encontrar la forma de usarla a mi favor, básicamente, me toco improvisar.

Baje la ventanilla de mi puerta, y saque la mano derecha, a la vez que puteaba con toda la gesticulación posible, para llamar la atención de tal forma que ocultara mis verdaderas acciones –esconderse a plena vista–, algo así como producir un incendio para ocultar una torta quemada. Las puteadas en castellano, en especial, las de Argentina, tienen un toque muy especial, pero lamentablemente, no podía usarlas, porque un argentino en la frontera entre Francia y Luxemburgo seguro llamaría la atención, no por lo argentino, sino, por lo latinoamericano, y exactamente lo mismo pasaría si usaba puteadas mexicanas. Si por lo menos, supiera imitar acentos, podría imitar el acento de alguna región de España, y pasar desapercibido, y si supiera hablar inglés, sin invocar abominaciones de Niflheim –no se preocupen, solo es una metáfora, lo que, si invoco, es sangre en los oídos de cualquier angloparlante que respete su lengua–, sería perfecto. Fue por eso que decidí maldecir en mi lengua natal, el nórdico antiguo, para parecer de algún país Escandinavo, algo que, en Europa, no tendría que ser demasiado raro, y, además, no creo que los soldados macrófagos sean lo suficientemente cultos para distinguir nórdico antiguo de cualquier idioma escandinavo moderno. Es más, el idioma macrófago tiene influencias del nórdico antiguo hablado por los Berserkers, por lo que hasta pasaba por macrófago, algo que por más que me repugnara, habría sido conveniente.

Y así hice, saqué la mano para gesticular y putear, para después dejarla caer en un gesto de frustración. Moviendo mis dedos del otro lado de la ventanilla, comencé a mover carga eléctrica, impulsando iones entre mi mano y el paragolpes trasero del acoplado del camión. Use las cargas para generar un puente por donde pudiera trabajar, pequeños “hilos” intermitentes de iones, con los que lentamente cargaba el acoplado. Tiempo no me falto, pero necesitaba concentrarme, y cada vez que tenía que acelerar un poquito para avanzar, y a los pocos segundos, soltar el acelerador, y bombear el freno, manteniendo apretado el embrague, para evitar que se pare el motor, perdía concentración. Seguí insistiendo, tenía que hacerlo, no me podía rendir, pero mientras tanto, la distancia que nos separaba del control se acortaba dé a pares de minutos. Finalmente, cuando la distancia se acorto a los escasos 130 metros, logre inducir la corriente que necesitaba, y había llegado el momento de descubrir la forma de guiarla, y cumplir con mi propósito. Para mí, esto es tan natural como mover mis músculos para caminar, manipular objetos, herramientas o armas, o mover mis músculos para escribir, pero para que cualquiera entienda lo que hice, doy algunos detalles adicionales. Para que exista corriente eléctrica, siempre debe haber dos polos, llamémoslos positivo y negativo, fase y neutro, entrada y salida, junto a un camino, un medio conductor que permita el paso de carga de negativo a positivo –aunque en la teoría, muchas veces se lo represente a la inversa–, y el mayor positivo que hay en la Tierra, es el propio Planeta, de ahí los rayos Nube-Tierra, y la dificultad para “disparar” rayos, por suerte, los semidioses eléctricos podemos controlar hasta cierto punto la trayectoria de los electrones, de forma que al dispararlos a través de un medio dieléctrico (mal conductor, normalmente llamados aislantes) como él aire, estos no sean atraídos inmediatamente por la Tierra. El problema era que, entre mi mano, y el camión, había una distancia, no estaba en contacto con el medio conductor cuya corriente pretendía controlar, y la corriente que había inducido, ¿para qué ocultarlo? no era una corriente, no había un movimiento de cargas, solo era estática. Entonces, lo que tenía que hacer, era crear una corriente eléctrica, Tensión e Intensidad, que circulara desde mi mano a tierra, pasando por el camión, y todos sus circuitos internos. Si tan solo extendía un arco eléctrico desde mi mano, hasta el acoplado, ya tenía el problema resuelto, ni siquiera habría un problema, pero tal y como ya dije, un arco eléctrico es demasiado llamativo, no es el tipo de cosas que uno ve e ignora, todo lo contrario. Supongo que soy capaz de inducir una corriente sin necesidad de contacto, tal y como hacen los inductores –bobinas, como se les suele llamar–, pero nunca lo hice, y por lógica, no voy a descubrir cómo hacer algo de lo que apenas me supongo capaz, en un momento de tanta tensión, que esto es la vida real, no una historia de ficción donde los protagonistas descubren poderes cada dos de tres. Si no podía generar esa corriente, mi plan se iba al carajo, todavía podía doblar e irme, como si nada pasara, pero un auto, tomando un desvió injustificadamente, cuando adelante hay un control fronterizo, es lo mismo que pasar por un campo de tiro vistiendo una remera con círculos concéntricos. Ya algo nervioso y con la mano todavía fuera de la ventana, comencé a golpear rítmicamente la chapa de la puerta, y tuve un ¿cómo se decía? un Momento Eureka: la carrocería del auto es de chapa, metal, un medio conductor por donde puedo conducir la electricidad, y entonces lo resolví. Sé que, en el papel, ese descubrimiento, se nota como obviedad, pero espero que quien sea el lector, tome en cuenta el contexto para entender que no estaba en mi mejor momento.

En el control, permitieron el paso de un vehículo, antes de impedir el paso del siguiente, el transito avanzo unos metros, el camión también, y yo lo seguí. Guiándome por mi electropercepción, frené en el momento preciso para que la distancia que separaba el auto del camión fuera de a lo sumo 10 centímetros, y en esos segundos, en que el transito se congelaba, conduje electricidad por la carrocería, para formar un breve arco entre ambos vehículos. Ya expliqué lo peligroso que era un arco para mi misión, pero ese fue tan corto, menos de un segundo, que a nadie le tendría que llamar demasiado la atención. Ese arco, casi un destello entre ambos vehículos, fue suficiente para hacer lo que necesitaba, y de una forma increíblemente más fácil a mi plan anterior. Cuando me “conecte” con el camión, la estática que había inducido, se convirtió en una corriente, que, a través de la base, cruzo del acoplado a la cabina, dándome acceso al motor, en donde el control de esa corriente, hacía que el circuito fuera prácticamente parte de mi cuerpo. Ese vínculo me permitía controlar la actividad de los electrones en el motor, y de haber tenido más tiempo, podría haber tomado control de toda la electricidad del vehículo –no de la electrónica, porque necesitaría tensiones bajas y precisas, algo que no se hacer–, pero quería hacerlo lo más rápido posible. Originalmente, buscaría el circuito de la bujía para inhabilitar el motor, pero por cuestiones de practicidad, cortocircuite la batería, conectando sus polos mediante arcos eléctricos, y al hacerlo, la batería se descargó. Un segundo o menos desde que terminara, el camionero debió notar que el motor se había parado, y cuando lo quiso volver a poner en marcha, este no respondió, estaba muerto. Pasaron los segundos, y cuando los vehículos de adelante avanzaron, el camión se quedó ahí, bloqueando un carril entero, y cubriéndome. En un primer momento, planee esperar que el tránsito a mis espaldas se desconcentrara, para retroceder cincuenta metros, y tomar la desviación, pero tan pronto como miré por la ventanilla, me di cuenta que no sería necesario. En el GPS, desde la plazoleta hasta el vértice de la zona pintada con rayas triangulares, aparecía un borde que supuse como una barrera, probablemente un guardarrail o un alambrado, pero no había nada de eso, simplemente era una bocacalle, que abría paso a la desviación, nada más.

En lugar de mandarme directamente, preferí esperar unos minutos, esperando pasar desapercibido. Para esa altura, un par de ¿soldados? ¿gendarmes? ¿policías? unos tipos con camisa celeste, placas, gorra y cosas por el estilo, con las que aparentaban algún tipo de autoridad, estaban hablando con el camionero, a mis espaldas, se acumulaban los bocinazos, y eventualmente, parte del tránsito se desvió, tal y como yo esperaba. Espere un poco más, mientras los camisas me miraban feo, preguntándose por qué seguía ahí, y entonces me incorpore al tránsito. Aprovechando que el auto más cercano en mi carril todavía estaba a doscientos metros, doblé en marcha atrás hacia la izquierda, dejando la trompa hacia la derecha. Llevando el embrague a fondo mientras frenaba, puse punto muerto [en la caja de cambios], antes de meter primera, soltar el freno, y gradualmente el embrague, a la vez que bombeaba el acelerador para avanzar. Describo un poco, porque en el GPS no se ve del todo, pero en esa parte de la A31, hay una especie de techo con columnas, ¿cómo era que les llamaban? Peaje, ya me acorde, solo que no había barreras, en su lugar había soldados, o algo parecido, que, por los uniformes, unos eran algunos macrófagos, y eran otros luxemburgueses, que junto a los camisas, paraban a cada auto para pedir papeles, hacer preguntas, y otras cosas por el estilo. Lo lindo acá, es que en esas desviaciones laterales, no había peaje, solo estaban los tipos a pie, tratando de hacer frente a ese tránsito que inesperadamente se había desviado caóticamente. Por suerte para mí, con mi electropercepción, podía sentir la posición de los vehículos a mi alrededor, interpretando algo de orden en ese caos, y de esa forma, pude desviarme hacia el costado de la derecha, hacia donde estaba la salida, el camino de tierra, pero se ve que ese día, las Nornas no jugaban para mi equipo.

Yo no sé si me la hacen a propósito, o qué, pero mientras en el GPS se mostraba que claramente, el camino de tierra se conectaba con esa desviación de la ruta, en donde debería estar la conexión, había un alambrado. No sé si los mapas estén desactualizados, si los macrófagos cerraron el camino, si simplemente ese alambrado siempre estuvo ahí, pero no se distingue en la imagen satelital, o si se trate de una diferencia de campos, pero como fuera, en el momento que me desvié del caos del tránsito, encontré ese obstáculo, la puerta cerrada que me cortaba el paso, y de lo inesperado de la situación, casi no freno a tiempo. Por la forma en que frene, sin tocar el embrague, se paró el motor, pero por suerte, estaba en una lateral donde los autos no pasaban. Sé que uno de los camisas comenzó a vigilarme en ese momento, seguramente preguntándose porque había un auto detenido en el lateral de la desviación, y al mismo tiempo yo trataba de entender cómo era posible que con mi electropercepción, no sintiera la presencia de ese alambrado, pero ninguno de los dos tenía tiempo de responder sus preguntas, él tuvo que pedir los documentos de un automovilista, y yo tenía que encontrar la forma de cruzar. Antes de bajar del auto, me puse un barbijo, cubrebocas, mascarilla, nasobuco, como le quieran llamar, no tanto por el tema de la pandemia que aún asola a los mortales modernos, sino que era como usar una máscara, con una justificación, y usando una máscara que oculta la mitad de mi cara, era más difícil que alguien me reconociera, y de esta forma, me dirigí al obstáculo. Era el típico alambrado, con trozos de un metro y medio, intercalados por postes de madera, nada del otro mundo, nada que no pudiera cortar. Un recuerdo llego a la mente, mi fuga del orfanato, un momento cuando mi camino hacia la libertad se vio interrumpido por una reja, reja con la que yo forcejeaba, agarrado con mis dos manos, intentando arrancarla, sin saber que era una reja reforzada, que por más hijo de Thor que fuera, yo solo era un pibe de 15 años, sin la fuerza necesaria para levantar o arrancar eso, y entonces, en ese momento de temor y frustración, mis poderes volvieron a activarse, la corriente recorrió mis brazos, el metal se volvió blando e incandescente, doble los barrotes, y escape. Ahora necesitaba ese mismo efecto, pero “más suave”, limitado solo a mi mano, y para eso, en mi mano izquierda, hice circular una corriente entre el pulgar y el meñique, del meñique al anular, y del anular al índice, pasando por el dedo medio, y por efecto joule, la tensión se convirtió en calor. Literalmente, el aire que pasaba por mi mano se retorcía, a la vez que se impulsaba hacia arriba, y se podía notar un tenue resplandor incandescente, como el que rodea un metal al rojo vivo. Camine hacia el alambrado, y seleccionando uno de los postes, le pase la mano, la madera se volvió ceniza, y el alambre se ablando, y su propio peso la corto, como si en lugar de metal, fueran hilos de manteca caliente. Tenía que volver rápido al auto, acelerar, y pasar antes que notaran algo raro, pero mientras sacudía la mano, tratando de disipar el calor –problemas de jugar con la energía térmica, cuando uno no la controla–, un desafortunado pensamiento paso por mi mente ¿cuándo fue la última vez que sentí tanto calor en mi piel? El calor se convirtió en un escalofrió, y como si fuera un anticipo de lo que pasaría después, mi mente se transportó a uno de los momentos más funestos de nuestra vida, Retiro, la masacre, el horror, en mi retina se repitió la escena, como falle en rescatar a Abigail, como cayo, herida de muerte, como mi ira se descontrolo, mi poder se descontrolo, el suelo se agrieto, mi cuerpo se rodeó de plasma, y Morgan lanzando un enorme edificio sobre mí, no sé bien para qué, pero si pretendía aplastarme, el calor que exploto desde mi cuerpo fue suficiente para desintegrarlo. El calor que sentía en mi mano, era nada frente al calor de mi ira esa noche, pero al igual que una cicatriz recuerda una herida, me recordó a ese momento. Con todo lo que paso, incluso habiéndonos reencontrado, gracias a Adelphos… incluso estando nuevamente al lado de Abigail, recuerdo esa noche, y me quiebro. Lloro al escribir esto, lloro por el dolor del pasado, un dolor que cuando podría empezar a superar, vuelve a mí, esta vez, por perder a Adelphos, y nuevamente siento que es mi culpa. En Retiro, si yo no me hubiera contenido, si yo no hubiera sido justo, habría llegado a tiempo, con Adi, si yo hubiera usado la cabeza, me habría dado cuenta del truco, de su intención de sacrificarse, y me hubiera negado, y él estaría con nosotros, celebrando las fiestas. Día a día, miles de personas mueren, sufren, o pierden seres queridos ante los Macrófagos, sin ir más lejos, hace no mucho casi lo perdemos a Orión, y, aun así, me niego a traicionar mis principios. La mejor frase para ilustrar lo que pienso, es una que leí en un libro de la biblioteca linmeraya:

–“Quien con monstruos lucha cuide de no convertirse a su vez en monstruo. Cuando miras largo tiempo a un abismo, el abismo también mira dentro de ti.”–
  — Friedrich Nietzsche  


Cuanto más dura esta guerra, más tiempo paso mirando el abismo, y cada vez hay más monstruos, no solo temo que llegue un día, en donde le dé la espalda a Forseti, y me convierta en uno, temo al hecho de que mis compañeros ya se están convirtiendo, ¿dónde está el honor al pelear usando enfermedades? Temo por el camino que estamos tomando, y me doy asco al no hacer nada para evitarlo. Todas estas armas son muy útiles, y muchas ocasiones, son nuestra única oportunidad, pero no puedo evitar sentir algo de culpa, como si algo en mi interior me dijera que no es correcto. Rogaría a Odín para pedir que no se cumplan mis temores, pero con todo respeto, no creo que sea el más indicado. Y hablando de Odín, el graznido de un cuervo me saco de mi “meditación”, alertándome del peligro, los camisas se habían dado cuenta que el alambrado estaba abierto, y al verme ahí, como el único sospechoso, habían ido a buscar a unos policías, y estos ya se dirigían hacia mí. Lo bueno de la situación, es que eran policías, no soldados, o agentes macrófagos, solo policías luxemburgueses, lo que indicaba que, para ellos, yo solo era un criminal común, o más probable, solo un sospechoso, lo cual, para la policía, suele ser sinónimo de culpable, al menos así era en Buenos Aires, supongo que acá será igual. Como sea, a toda velocidad, subí al auto, me puse el cinturón, puse el contacto, dos policías corrían hacia mí, apreté el embrague a fondo, un policía venia por la derecha, el otro por la izquierda, hice el cambio, de punto muerto a primera, el policía de la izquierda se detuvo, al darse cuenta de mis intenciones, el de la derecha, se apuró para alcanzar el picaporte de mi puerta, pero gracias al espejo de ese mismo lado, me anticipe a sus intenciones, y bloque las puertas. Con mi electropercepción, me concentré en los impulsos nerviosos de ese policía, para coordinar mi salida con el momento en que aflojara los dedos, y así hice; el hombre cerro sus dedos en el picaporte, tiro su brazo hacia atrás queriendo abrir la puerta, pero como esta no se movió, lo único que logro fue aflojar el agarre de su mano, los dedos se resbalaron del picaporte, y ahí me lancé, soltando suavemente el embrague, mientras bombeaba el acelerador, dejando a los dos policías atrás, mientras cruzaba la abertura en el alambrado. Cuando llegue a los 10 km/h, hice el cambio a segunda, y en esta marcha, acelere hasta los 30 km/h, y antes de que pregunten, podría haber cambiado a tercera, pero como el camino era de tierra, preferí quedarme en segunda, por el tema de la tracción. Recorrí los casi 200 metros rectos del camino, antes de bajar la velocidad y el cambio para doblar en un ángulo de, digamos, 110°, hacia la derecha, y en ese momento, vi las luces parpadeantes en el espejo.

Eran tres jinetes, montados en motos, tres policías motorizados de la Grand Ducal Police de Luxemburgo, que me perseguían, supongo que, para interrogarme, o directamente detenerme por evadir el control. Sabía que eso iba a pasar, sabía que me perseguirían, y ahora debía perderlos. Por lo menos no eran Macrófagos del E.M.M.. Avance los 40 metros perpendiculares a la ruta, antes de doblar en 90°, para tomar el tramo del camino que conducía hacia un bosque cercano, 400 metros hacia el norte, siguiendo por ese camino, aunque 50 metros antes, el camino se unía a con otro que, a través de un puente, cruzaba la ruta, y termina junto a una escuela de equitación en Dudelange. Así que tenía dos opciones, seguir por el camino de tierra, cruzar el bosque, y finalmente, volver en algún momento a la ruta, o tomar la desviación para llegar a Dudelange, y desde ahí llegar a Luxemburgo. Cambie de primera a segunda, y acelere hasta los 30 km/h, lo que me daba más o menos un minuto para decidir qué camino tomar. Necesitaba mirar el GPS, pero no había tiempo, si paraba, me iban a alcanzar, y bueno, no es que hubiera tenido algún problema con combatirlos, después de todo solo eran tres policías, seguramente, mortales modernos, con mis poderes eléctricos, dejaba a las motos fuera de servicio, y con un poquito de mi fuerza, los dejaba fuera de combate, sin siquiera tener que usar armas, pero me daba miedo que me delataran. Si, lo dije, me daba miedo ser descubierto, estaba solo en territorio enemigo, tratando de llegar a un lugar para pasar a buscar a alguien, cuya situación desconozco, ¿cómo iba a estar?

El sonido de las sirenas –el aparato, no el críptido– me alerto de la cercanía de mis perseguidores, y sin tiempo para consultar el GPS, decidí arriesgarme. Aprovechando que ese tramo del camino era recto, cerré los ojos, y me concentré en mi electropercepción. En solo cinco segundos, sentí la actividad electromagnética de la zona, básicamente, la “imagen” general y sin detalles de todo en un radio de hasta un kilómetro, y a través de la emisión de unas ondas electromagnéticas desde mi mano, asomada nuevamente por la ventanilla, extendí esa zona a varios kilómetros. De esta forma supe que, siguiendo derecho desde el cruce de los dos caminos, por el camino que denomine A, tendría que recorrer más de dos kilómetros de caminos paralelos de tierra, antes de encontrar un acceso para volver a la ruta, en este caso, la Route de la Sarre, donde a través de unas rotondas, podría reincorporarme en el trayecto hacia Luxemburgo, quedándome todavía 11 kilómetros por recorrer. En cambio, si tomaba la desviación de la izquierda, el camino B, tendría que recorrer casi un kilómetro, antes de llegar a Dudelange, y ahí, tomando caminos internos de la ciudad, llegaría a la Route de Luxembourg, por donde llegaría a Bettembourg, lugar donde la Route nationale 31, la N31, me permitiría retomar la Autopista A3, la continuación de la A31, después de la frontera –creo que en algunos momentos del texto, me réferi a la A3 como A31, pido disculpas si generé confusión–. Todo lo que son distancias, lo calcule después, mientras esperaba a Acoatl, en el momento que estoy narrando, solo me fije cuál de los dos caminos era más corto, tomando como destino no la ciudad de Luxemburgo propiamente dicha, sino las rotondas de la A3, al oeste de Hesperange, desde donde tomaria la A6, para llegar a Strassen. Con esto en mente, tome mi decisión, e ignorando las quejas del auto, acelere hasta los 35 km/h, mientras mis perseguidores hacían lo propio, pero con la ventaja de que sus pilotos conocían ese terreno, pudiendo hacer los cambios y acelerar sin las complicaciones que yo enfrentaba, pudiendo alcanzar las velocidades que, en segunda, yo no podría hacer sin forzar el motor.

Para explicar mejor el escenario, y distraer un poco la cabeza de la desgracia, intentare representar como íbamos con el tiempo, espero saber explicarme[1]: Al poco de arrancar, ellos alcanzaron los 60 km/h, por lo que solo les tomo 10 segundos abandonar el control, y llegar al “codo”, mismo lugar donde yo los detecte por primera vez, mientras que a mí me tomo 25 segundos. Para hacer el tramo entre el codo y la continuación del camino, bajaron a más o menos, 20 km/h, con lo que solo les tomo 7 segundos, mientras que yo, que tuve que bajar a 10 km/h, tarde 10, después, el camino recto, hasta la desviación, era de 350 metros, que yo recorrí a 35 km/h, mientras que ellos a 60 km/h, lo que significa que a mí me tomo 36 segundos, y a ellos 20. Imaginando que entre que crucé el agujero en el alambrado, y arrancaron sus motos, pasaron, ponele que 40 segundos, y que el segundo cero es donde yo crucé, yo tendría que haber llegado al cruce de los dos caminos en el segundo 70, aproximadamente, mientras que ellos en el 80, lo que en total me dio 10 segundos de ventaja, obviamente sin contar tiempos de aceleración y todo eso.

Cuestión, mis perseguidores eran más rápidos y agiles, sin importar lo que hiciera, tarde o temprano, me alcanzarían. Incluso si alcanzaba la ruta, ¿qué les impedía hacer lo mismo? Mi mente trataba de consolarme, mintiendo que la nube de polvo tapaba la patente, y que, si los perdía, no podrían encontrarme, pero, aunque así fuera, ¿cómo los perdía? –Ahora que lo pienso, en París, cuando me ofrecieron cambiar la patente con magia, ¿no se habrán referido justamente a un truco para evitar esto? La Angrboða que lo pario, ¿por qué no me di cuenta cuando debí hacerlo?– Entonces alcance la dichosa desviación, mi ruta de escape, pero antes de empezar a doblar, la vasta sabiduría de Odín me ilumino con un truco digno de Loki, por lo que, con una sonrisa en mi rostro, mantuve firme el volante, y acelere a casi 40 km/h. El auto se quejaba, refunfuñando como una bestia, pidiendo a gritos que suba el cambio, pero lo mantuve, hasta que, en la oscuridad del bosque, distinguí un claro cortando el camino. Me acuerdo la escena, la policía se acercaban cada vez más, acortando la distancia, pero al llegar al claro, frene el auto. Con sus motos, sonando como el canto de una Banshee, la policía llego al bosque, alcanzo el claro, mientras yo «La veo cruzar cruzando un el bosque / La veo alejándose de mí» ¿Qué hice? bueno, soy hijo por inducción de Thor, y él, aparte de Dios del trueno, es el Dios Nórdico de la Fuerza, por lo que una de mis habilidades, es la fuerza, no soy tan fuerte como Ares, aunque creo que eso se debe más que nada al físico –el tipo es una mole, con dos metros de puro músculo, yo en cambio, soy un poco musculoso, pero más bien soy lo que se dice “atlético”–, pero soy fuerte, no esperen verme levantando montañas, pero un auto es algo que puedo levantar y sostener unos minutos en el aire, con relativa facilidad. Y no solo soy fuerte, también soy capaz de generar viento iónico con el que impulsarme, ya sea para deslizarme, correr un poco más rápido, ayudarme a hacer fuerza, y lo que importa en este punto, volar. Si yo doblaba directamente, mis perseguidores me verían, y harían lo mismo, por lo que antes de doblar, tenía que sacarme de encima a esos weyes, y en el camino, tenía la herramienta ideal, no, el escenario perfecto. Entre la sombra de los árboles, y la perspectiva, el bosque me haría prácticamente invisible, simplemente, mis perseguidores me perderían de vista, y al ver que el camino sigue, ellos seguirían, cruzarían el bosque esperando encontrarme, y al no hacerlo, supondrían que me escondí, dentro del propio bosque, pero nunca adivinarían mi truco ¿Cuál fue el truco? Ni bien me aproxime al claro en el bosque, pise el freno, sin tocar el embrague, lo que me hizo frenar brusca y repentinamente, a la vez que se paraba el motor. Con mi mano izquierda, abrí la puerta, mientras que, con la derecha, me desabroché el cinturón, dejando mi cuerpo e integridad en manos de la inercia, que a toda velocidad me lanzaba hacia el parabrisas, pero antes incluso de rozar el volante, me impulsé con viento iónico hacia la puerta que acababa de abrir, escando de la inercia, y del auto. Flotando a pocos centímetros de la tierra, me deslice hacia abajo del auto, como un mecánico, y cuando estuve en posición, levante mis manos, haciendo fuerza contra el auto, a la vez que apoyaba mis pies en el suelo y me enderezaba, ayudado por el viento iónico, mismo con el que despegue. Cargando el auto sobre mi espalda, como Atlas en esas estatuas donde soporta el firmamento, me elevé sobre las copas de los árboles, y me moví unos metros hacia la izquierda, antes de descender unos metros, para ocultarme mejor. Cuando mis perseguidores me alcanzaron, simplemente los vi pasar, en realidad no los vi, los mismos árboles que me ocultaban, me impedían verlos, pero los escuché y sentí con mi electropercepción, así que da igual. Libre de la policía, no perdí el tiempo, y volé hasta el cruce, puse el auto en tierra, subí, me puse el cinturón, y arranque. El camino hasta Dudelange estaba pavimentado, por lo que, subiendo el cambio hasta llegar a quinta, viaje a 80 km/h.

Cruce Dudelange y Bettembourg, antes de reincorporarme a la ruta, pero en el medio, hice una parada en una estación de servicio, después de cruzar el río Alzette. Solo fueron cinco minutos, cargué nafta, aproveché para revisar gomas y chapa, y partí. Solo fue una pausa breve para bajar la adrenalina, ni siquiera necesitaba cargar nafta, pero no me vendría mal hacer el resto del camino con el tanque lleno. En poco más de cuarenta minutos, recorrí los casi treinta kilómetros desde “la entrada de Dudelange”, por llamar de alguna forma a ese sitio, y el bosque en Strassen, a donde debía ir. Entre al bosque por un camino que el GPS indicaba como CR181, pero el resto del camino lo tendría que hacer sin el GPS, guiándome solo por un papelito, escrito a mano, que todo este tiempo, estuvo pegado con cinta, cerca del volante. Por la conversación del día anterior, sabía que ese papelito eran las indicaciones codificadas de Ava, indicaciones que me permitirían llegar al punto de encuentro:

–“Si al Este ves lo que podría ser propiedad de Augías, y al Oeste los árboles te ciegan, el Portón del Bosque iniciara la cuenta de los dos Estes grises. En el segundo, encontraras el camino amarillo, que, si no tomas, te llevara a un circulo entre dos caminos, y el palacio de la Bruja. El camino amarillo lleva a la encrucijada, dobla al Norte, hasta que puedas recuperar el Este, y por este toma un camino que señala el Sur, pero cuidado con acercarte demasiado al palacio”–
   


Las indicaciones estaban codificadas, pero no de la forma obvia, nada de criptografía, o similares, era un texto que bien podía pasar por uno de esos poemas sin rimas, o como un delirio sin sentido, pero eran las pistas que yo tenía que seguir. Debajo del párrafo, había un croquis de un mapa, un dibujo muy simple que por sí solo no decía nada, pero junto al texto tomaba algo de sentido.  Entre las instrucciones disfrazadas de poema sin rima, y la sencillez del croquis, se entretejía un sofisticado plan, para que, en caso de ser capturado, no revelar el punto de encuentro, y mantener seguro a Acoatl, eso, o me estaban tomando por bobo, y como “ayuda” me dejaron un mensaje cifrado “fácil”, que podía descifrar conociendo el contexto de mi misión… pero prefiero suponer que es lo primero, dudo que alguien me crea bobo, ingenuo tal vez, pero no bobo. Como fuera, el norte estaba, más o menos, adelante mío, por lo que el Este es mi derecha, y el Oeste mi izquierda. No sé quién sea Augías, pero a mí izquierda, los arboles bloqueaban la visión, mientras que a la derecha había un campo con lo que parecían ser vacas y caballos. Augías me suena a nombre griego, y hasta donde yo sé, no hay ningún Olímpico, Titán, Gigante, etcétera, con ese nombre, por lo que, al menos que sea una entidad muy menor, debió ser un mortal, y los mortales de la mitología griega que no son héroes, suelen ser reyes, incluso muchos héroes son también reyes, creo que la mayoría, ¿y que tiene un rey? Un reino, súbditos, riquezas, tierras… campo, esa era la respuesta, en el “Portón del Bosque”, la entrada del camino que debía tomar, a la izquierda, los arboles empezaban antes, y a la derecha había un campo, dos referencias para ubicarme, y saber si tomé el camino correcto. Obviamente, en el momento solo me fijé en los arboles a la izquierda, y todo lo de Augías lo pensé después, pero la referencia estaba bien, y la tenía que comentar, cuando pase todo esto, tal vez averigüe quien es Augías, me gusta pensar que hay algún significado especial. Lo que restaba de mi viaje, fue sencillo, avanzando en ese pequeño barco terrestre, viaje entre dos gruesas murallas de árboles, atento a los dos “Estes grises”, ¿los que? Bueno, eso fue un problema, por suerte, el contexto me hizo saber que había dos cosas grises al Este, la derecha, y esas cosas eran caminos, por lo que tenía que desviarme por el segundo de estos, pero el tema, es que, en un bosque, hay muchos caminos de tierra, y no todos son caminos reales, ¿Cómo sabría a cuáles debía prestar atención? Parece que Ava lo tuvo en cuenta, no me pregunten como, pero supo que al menos dos de esos caminos estaba pavimentados, por lo que eran grises, y justamente el primero estaba cerca de la entrada, respondiendo mis dudas, y dándome a ver que fui un peón en un juego previamente diseñado, pero en este punto, ya nada importa. El viaje me llevo a donde tenía que estar, el segundo camino pavimentado, el “camino amarillo” que me llevo al punto de encuentro, evitando el palacio de la bruja, que según vi en el mapa, era un Palacio Macrófago muy importante, si, literalmente estaba a nada de la boca del lobo, y solo me quedaba tragar saliva, y soltar un –Carajo– antes de seguir mi camino, con la firme voluntad de cumplir mi cometido, y finalmente llegue.

No sé si ya dije esto, pero la razón por la que escribo esto, es un intento de aliviarme, sacarme de encima toda esta mierda, curar esta frustración. Sentí que debía agregar esta aclaración, por las dudas que quien lo lea note la omisión de detalles importantes y la abundancia de detalles vanales.

Ahora sí, yo estaba en el bosque, en el punto donde según las indicaciones, debía esperar a Acoatl. Yo me esperaba un claro, o, por el contrario, el punto más oscuro del bosque, pero el punto de encuentro, era otro camino, uno que parecía dividir esa parte del bosque.

El “Palacio de la Bruja”, no estaba muy lejos, la distancia era de menos de un kilómetro, y el ruido me advertía del movimiento. Había algo con mucha gente, no sabía si era una fiesta, una reunión, un ejército a punto de partir, o si simplemente, así era siempre, pero el ruido me hizo temer la presencia del enemigo, y ese temor se sumó al de haberme equivocado, porque Acoatl no estaba por ningún lado. Ya estaba en la boca del lobo, si tenía que pelear, pelearía, si tenía que entregar mi carne a Fenrir, lo haría, ya nada me pararía, ya no había rutas, mortales modernos, controles de frontera, solo el enemigo, Acoatl, y yo. Que sucediera lo que tuviera que suceder, me dije a mi mismo con total ingenuidad. Siguiendo las indicaciones, maneje, hasta que, en un punto, pasando la última instrucción, el papel brillo, y el croquis del camino fue reemplazado por una x, sin más, ese tenía que ser el punto de encuentro, ¿qué otra cosa podía significar esa brujería? Y así llegue al punto donde la historia de los últimos meses tuvo el giro, por el que ahora estoy escribiendo esto, en esa banquina, en ese camino, de todas las banquinas del mundo, él llegaría a esa, y la máscara se rompería ahí mismo. Pero antes, mis órdenes eran llamar a Ava, por lo que tome el celular. En Fotiapolis, eran las cinco de la tarde, un viaje que me debía tomar como mucho cuatro horas, me costó ¿siete? El frio de Jǫtunheimr corto mi medula cuando me di cuenta de eso, y rogué a los dioses no haber llegado demasiado tarde. Iba a hacer la llamada, pero las palabras de mi madre resonaron en mi mente, recordando mi vaga sospecha de hace rato, así que decidí llamar a la persona en la que más confió, la persona cuya impensable traición sería motivo más que suficiente para ir a investigar la tierra donde crece Yggdrasill. Fui a la parte para marcar números, algo complicado con la cantidad de aplicaciones, pero llegue, marque un número que memorice en mi corazón, y del otro lado, la voz de mi prenda[2], pregunto quién llamaba, a lo que yo solo tuve que saludar, para contestar su pregunta, pero lamentablemente, la conversación fue breve. Siguiendo las órdenes, se suponía que esa conversación ni siquiera debía suceder, pero yo tenía un mal presentimiento, y si algo necesitaba en ese momento, era esa conversación, si algo malo me iba a pasar, tenía que haber hablado antes con ella, y me dolió el momento en que tuve que cortar, pero tenía cosas que hacer. Otra llamada, esta vez, al único número agendado en ese celular, y del otro lado, la preocupada voz de Ava, pregunto si ya había llegado, si había pasado algo que me había demorado, y todo eso. Sinceramente, esperaba que su primera pregunta fuera un ¿Estas bien?, pero por sus preguntas, me doy cuenta que su preocupación era por toda la misión, y no era para menos. Ella hizo varias preguntas, pero cuando fue mi turno, le hice la pregunta obvia:

–Más o menos, ¿cuándo llega Acoatl?–

–Y… en Fotiapolis son las 2 de la tarde, por lo que todavía le deben faltar unas horas para tomar el avión– respondió con total naturalidad, mientras yo no entendía nada

–¿Qué avión?–

–Veras, mis contactos entre los Republicanos me avisaron que mañana, los Lideres Macrófagos tendrán una reunión muy importante, en un Palacio cerca de Luxemburgo, más específicamente, en Strassen, el mismo Palacio que marque como Palacio de la Bruja, y era seguro que Acoatl estaría hay. Recién me lo confirmo hace un par de horas, pero por las dudas, necesitaba tener a alguien en Luxemburgo cuanto antes–

–Ósea, que, si tus contactos te hubieran dicho que iba a haber una reunión en Bangladesh, ¿me hubieras enviado sin tener la confirmación de Acoatl?– respondí algo molesto

–Acuérdate que, en Buenos Aires, Acoatl curo tus heridas, y las de Abigail y Lucia, sin pedir nada a cambio. Le debes un favor–

–No estoy protestando por eso, se perfectamente que le debo el favor, y por mi honor, no lo puedo dejar abandonado, pero creo que el plan está mal organizado. Por lo menos, hubieras esperado la confirmación de Acoatl, ¿qué hubiera pasado si en la confirmación, te avisaba que la reunión se hacía en, no sé, ponele que Beijing?–

–Por eso te envié con un día de anticipación–

–Insisto en que es un mal plan–

–A ver, ¿y tú qué hubieras sugerido?– Me quede mudo unos segundos, mientras pensaba que responder. En mi cabeza, aparecieron algunas ideas, pero ninguna me convencía, por lo que cada vez que empezaba a hablar, me trababa al descartar la idea que acababa de tener. Cuando deje de intentar, y me calle, ella retomo la palabra –Eso supuse. Cuando Acoatl y tú estén en casa, podremos discutir si fue o no un buen plan, por ahora, lo que importa es que tienes tiempo de sobra para planificar la huida, te recomiendo aprovecharlo–

No me acuerdo que más hablamos, pero al rato cortamos la llamada. No voy a decir que me quede con la bronca de tener que esperar solo en ese bosque durante no sé cuántas horas, pero si me quede con la bronca de que no me hubieran avisado ese detalle. Si iba a pasar tanto tiempo esperando, necesitaría algo de comer, por suerte, antes de intentar cazar un jabalí, un venado o algo, recordé que, en la llamada, Ava me recordo algo que dijo en París, –Cualquier cosa que necesites, revisa el baúl– Y eso hice, revise el baúl, y había comida, fideos secos, empacados en un bolso, junto a un botellón de agua mineral, y una especie de cacerola eléctrica. Tenía suficientes fideos para cuatro comidas, lástima que no hubiera queso, pesto ni salsa de tomate, pero sobreviviría. Sobrevivir, ay Odín…

Por más que intento distraerme, centrar mi mente en esos detalles bobos, para no pensar en él, no puedo apartar ese sentimiento de culpa. Yo era el único que podía ayudarlo, era mi deber, mi responsabilidad, pero ahora, en la madrugada del 26 de diciembre, estoy plasmando mis pensamientos en este maldito papel, como si eso fuera a traerlo de vuelta. El mundo es un lugar injusto, y yo intento ser buena persona, siguiendo los dogmas de Forseti, mientras me pregunto si realmente soy buena persona, o si solo soy un boludo que se aferra a una moralidad, para no hacer nada, mientras aparento una sensación de superioridad. A esta altura, creo que estoy perdiendo la cuenta de a cuanta gente importante en mi vida, mataron o lastimaron los Macrófagos, mientras yo intento ser “el bueno”. Me duele pensar que tal vez, si fuera cruel y brutal, sería más efectivo, pero yo no soy así, o al menos, no quiero ser así.

Pase casi un día esperando a Acoatl en ese bosque, horas sin saber qué hacer, o que pasaría. Tuve tiempo para estudiar el terreno, incluso, me atreví a bordear Strassen. Físicamente, no camine por sus calles, pero con mi electropercepción, sentí su relieve, sus detalles, su geografía, y preste especial atención a ese Palacio, donde se daría esa condenada reunión. Sintiendo ese pueblo esa comuna, no pude evitar pensar en los Mortales Modernos que viven sometidos ante poderes que les son invisibles, y la cantidad de maravillas, que, ante sus ojos, ni siquiera existen. Todavía recuerdo la forma en que ese orfanato en Buenos Aires estaba dividido, abajo, en el edificio “normal”, los Mortales Moderno, arriba, en unos pisos adicionales construidos con materiales ocultistas, los Mortales Primitivos, Semidioses, Bendecidos, y demás. Durante el día, trabajábamos y estudiábamos juntos, pero a la noche, nos dividían, y nosotros, los considerados Superiores, íbamos a dormitorios que supuestamente no existían. Para mí, solo era otro piso, pero para los chicos que no veían lo oculto, era la terraza del edificio. Tener dos lugares en un mismo espacio físico, y poder acceder a uno u otro según tu naturaleza, siempre me pareció extraño, más aún, cuando descubrí que no solo eran espacios. La cantidad de cosas que para nosotros son parte del día a día, pero que, para la mayoría de los mortales, no existen, debe ser inimaginable, y por eso me pregunto si pasara lo mismo, pero al revés, cosas comunes para ellos, pero invisibles para nosotros. De ahí, volvemos a lo mismo de antes, tanta guerra, tanta sangre derramada, tanta muerte, tanto sacrificio, y a la vez, tantas maravillas, que solo unos pocos podemos presenciar, si algún día, lo oculto dejara de existir, o se volviera completamente invisible para la humanidad, ¿quién lo sabrá? ¿quién llorara en las tumbas que se encuentran en tierras ocultistas? Todas estas historias, resumidas en recuerdos de religiones antiguas, y obras de ficción, mientras la carne y el hueso se pierden en la historia.

Al día siguiente, una hora antes del mediodía, yo estaba preparando mi almuerzo, dando corriente desde mi mano izquierda a la cacerola, mientras que, en la derecha, sostenía una ramita, que usaba a modo de cuchara, cuando recibí una llamada de Ava. Sus palabras, fueron que el operativo estaba en marcha, que no preocupara si veía humo, y que esperara a Acoatl, que ya estaba por llegar. Almorcé apurado, comiendo los fideos todavía medio crudos, volví a guardar el agua, metí todo en el baúl, deje el auto sin llave, para subir lo más rápido posible, y espere. El bosque estaba en silencio, un silencio antinatural, como si los animales hubieran preferido irse, antes que ser testigos de la tragedia, mientras que, a lo lejos, se escuchaba como el sonido de calma en Strassen, se convertía en pánico. El Palacio de Luxemburgo estaba en llamas, el olor del humo llegaba hasta donde yo estaba, y el sonido delataba el caos que se vivía en la zona, como si alguien hubiera pateado el hormiguero. En eso, mi electropercepción me alerto de algo, alguien que venía corriendo hacia mí. En ese momento, las posibilidades de que ese alguien fuera Acoatl, o que fuera un macrófago aleatorio huyendo del fuego, eran las mismas, por lo que comencé a cargar mis puños, preparándome para enfrentar lo que fuera que tuviera que enfrentar, todo menos eso…

Entre la oscuridad del bosque, reconocí una silueta familiar, y vi sus ojos. Esos ojos verdes que tan bien conocía, y que, por un instante, reflejaron una tonalidad dorada. Eitr, cuando vi esos ojos, recordé París, recordé el sueño que tuve mientras estaba inconsciente en la Puerta de los Leones. El sueño comenzaba en el Palacio de Versalles, en donde rescate a Copalyóllotl, y juntos, enfrentamos a varios enemigos, hasta que finalmente, terminamos venciendo a un grupo de Golems, frente al Louvre, en la Puerta de los Leones. Pero antes de los Golems, había algo más, una ráfaga de balas; Copalyóllotl invoco un campo de niebla, mientras que yo cargaba mis brazos con cargas opuestas, para generar una explosión mediante el cortocircuito, para derribar a nuestros atacantes con la onda de choque. Todo salió como lo planee, todo menos un detalle que no tenía forma de conocer. La onda de choque, hizo volar algo desde la cara de Copalyóllotl, algo que hasta recién no estaba, o que al menos, era tan parte de su cara, que su cara, su persona, era eso que acababa de volar. No llegue a ver qué era eso, solo sentí donde cayó, y ni siquiera le di importancia, en ese momento, era más importante ayudarlo, que preocuparme por eso que voló, que no debía ser nada. No debía ser nada, no debía ser nada, Angrboða, no era nada, era la verdad misma. Cuando yo le pedí que me dejara ayudarlo, una voz familiar me contesto -No hay problema, solo, pásame mi antifaz-, y por yo por inercia, le respondí -Claro-, pero mientras lo decía, un escalofrió recorrió mi cuerpo, por lo que pare en seco, y pedí un momento, para mirar el antifaz. Ese algo que voló de su cara, ¿era un antifaz? Pero si él no tenía ningún antifaz, algo no estaba bien. Entonces volvió a hablar -Por favor, mi antifaz-, y ahí reconocí esa voz familiar.

El resto del sueño, no importa, nuevamente estaba en el bosque, viendo esos ojos verdes, y con mis ojos hasta entonces ciegos a la realidad, lo vi, y supe que no lo soñé. Vas en la oscura multitud desprevenido, tiranizando a quienes te han querido, sin saber si hay algo más, pero entonces, uno abre bien los ojos, y recibe la verdad como si fuera una piña –un madrazo–. Mi amigo no podía ser un traidor, y la mayor prueba, fue eso que paso en París. Él estaba trabajando con Cossete, nosotros peleamos juntos contra los macrófagos, y creo que, de alguna forma, nos ayudó a ganar, ¿qué clase de traidor haría eso? Tal vez, uno con culpa, uno que trata de remediar sus errores, Odín, ¡¿por qué no lo vi antes?! Adelphos nunca nos traiciono, se sacrificó por nosotros, se infiltro entre el enemigo, sabiendo que tendría que soportar todo el odio de los que ama. El dolor que yo siento ahora, no es nada en comparación de lo que debe haber sentido. Tener que cargar en su espalda, el odio de sus hermanos y amigos, junto a todo lo que ya cargaba de antes, debió ser terrible. Ahora que se lo que paso, me gustaría poder cambiar las cosas, baja de su espalda y ayudarlo a cargar ese peso, daría mi vida por ayudarlo, es lo menos que puedo hacer, para agradecerle por permitirnos reencontrarnos a Abigail y a mí, que después de todo lo que pasamos, finalmente pudiéramos decirnos –Te amo–. Ahora estoy llorando, pero en ese momento, cuando lo vi, mientras comenzaba a quebrarme por dentro, un gesto de incredulidad me hizo gruñirle, mientras preguntaba por Acoatl, y cuando me mostro las llaves del taller, mi sangre ardió. Para mí, Acoatl era un conocido, pero aparentemente era amigo de Ava, y si bien, con Ava, yo no tengo un vínculo cercano, tenemos amigos en común, y los amigos de los amigos –por lo general– son también amigos, por lo que el amigo de la amiga de varios de mis amigos también es mi amigo, al menos en principio, y al mismo tiempo, cuando nos conocimos, desinteresadamente nos cuidó. Acoatl era como un amigo, y por honor, era mi obligación ayudarlo en esa misión, por todo eso, ver a quien hasta entonces consideraba un traidor, sosteniendo sus llaves, justo en el punto de encuentro, me dio una sensación atroz, algo en mi supo que Acoatl estaba muerto, y digo “supo”, en vez de “creyó”, porque tuve la certeza de que lo habían descubierto y asesinado, y la presencia de Adelphos no hacía más que decirme que él debía ser el asesino. No podía ser, pero recordé al Jefe Tepexitli, y un escalofrió se apodero de mi cuerpo, ya casi imaginaba el sufrimiento de Acoatl, cuando me contesto:

–Resulta que yo soy Acoatl –

–¿Qué le hiciste? – pregunté con un tono más amenazante, con la rabia cegando la revelación que tuve al ver sus ojos, y él me respondió

–Si no me crees, pregúntale a Ava–

Quede desconcertado, él sabía que Ava organizaba la misión, por lo que salvo que dijera la verdad, le tenía que haber leído la mente a Acoatl, lo que reforzaba mi sospecha, y ahora quería que yo llamara a Ava, solo para que los dos descubriéramos esa cruel verdad. Pero también, podía ser verdad, Copalyóllotl resulto ser Adelphos en secreto, ¿por qué no podía pasar lo mismo con Acoatl? El asunto, es que no tenía forma de saber si Cosette y Ava, conocían la identidad de sus respectivos amigos. Perfectamente, Adelphos pudo aprovechar lo que conocía de ellas, junto a sus poderes, para crear personalidades con las que acercarse, ganar sus confianzas, y aprovechar esa posición, para beneficio del imperio, pero pese a todo, pese a todas las posibilidades, pese a las malas experiencias de la vida, yo decidí confiar, simplemente, ese soy yo. En vez de interrogarlo, amenazar con dejarlo en el bosque si no hablaba, hacer cualquiera de las cosas que me pasaron por la cabeza en ese segundo, le hice caso, y llamé a Ava. Baldr mío, cuando del otro lado, Ava dijo con total naturalidad que ya lo sabía, y que lo venían planeando desde hace no recuerdo cuanto tiempo, yo solo no lo podía creer, simplemente hubo un punto donde deje de escuchar, y mi mente quedo en blanco, sin saber qué hacer. Cuando termino la llamada, yo ni siquiera puede cortar, lo tuvo que hacer Ava desde su lado. Me pase la mano por la cara, para sacarme el sudor, respire profundo, y mire hacia el auto, mientras suspiraba. Y ahí lo vi a Adelphos, como si hubiera vuelto de entre los muer… Mejor sigo, estaba apoyado en una de las puertas del auto, con una apariencia recuperada. Si no fuera porque tiene 16 años, diría que recupero la juventud, pero daba esa sensación, y eso era algo un tanto doloroso, saber y ver que su tiempo dentro del enemigo, le permitió recuperar lo que perdió con nosotros.

La experiencia, se sintió como si la realidad estuviera cubierta por un velo que se acababa de rasgar, permitiendo el paso de potentes rayos de luz que me habían encandilado. Me sentí como un niño, que, al crecer, descubre la realidad detrás de un cuento o mentira piadosa, y tenía muchas preguntas, demasiadas. Después de la vez en que comprendí que estaba a 1.150 años de mi época natal, la revelación de Adelphos fue la vez en que más confundido y sorprendido me sentí en toda mi vida, pero a diferencia de aquella vez, en la que simplemente no terminaba de saber cómo asimilar las cosas, esta vez supe que mi amigo no había vuelto, simplemente nunca se había ido, y no había razón para no confiar en él. No sé si llegue a decirle algo, solo sé que mientras trataba de procesar esa revelación, me dijo algo del tipo que me explicaba en el camino, pero entonces, cuando pretendía subir, note como acomodaba algo en los asientos de atrás. La forma en que acomodaba ese algo, me hizo saber que era importante, no era solo ropa, o cosas por el estilo, era algo más, algo importante, por lo que lo miré, y encontré sus ojos. Nuevamente, los recuerdos de la batalla de París, pero esta vez, su mirada me devolvió toda la memoria de ese evento, y definitivamente, no había sido un sueño. Se lo dije, le dije que sabía que no había sido un sueño, a lo que él me confirmo lo que sus ojos ya habían hablado, antes de repetir que me explicaría todo en el viaje. Pero yo debía preguntar algo más, ese algo que acomodo en los asientos de atrás, era un maletín. Grande fue mi sorpresa, cuando al preguntar que me dijo que lo abriera, y encontré una carpeta con documentos de vital importancia, como actas de independencia e información de las familias de muchos de nuestros compañeros. Esos papeles, por la gloria de todos los guerreros habidos y por haber en la faz de Miðgarðr, era un auténtico regalo de los dioses, un fantástico regalo, que sostenía en mis manos. En un momento, sostenía esa carpeta en mis manos, y al otro, manejaba mientras Adelphos me explicaba todo lo que había pasado estos meses.

Subimos justo a tiempo al auto, que, si nos demorábamos algo más, nos alcanzarían los macrófagos, pero, de todas formas, no logramos escapar. Durante un rato, los mantuvimos a una buena distancia. Era complicado manejar el auto y mis sentimientos a la vez, pero necesitaba saberlo todo en ese momento. No hablamos solo de la guerra, la estrategia y esas cosas, hablamos cosas más personales. Hablamos de lo que había pasado entre nosotros, y pude sacarme la espina de temer que el precio del reencuentro con Abigail, había sido mi… amistad con Adi. Él llego a mi vida, en un momento donde todo lo que habíamos construido se había desmoronado, donde habíamos perdido los laureles, y su alternativa de con gloria morir, el destino me había negado, dejándome solo y derrotado frente a un mundo que no era el mío. Y yo llegue a su vida, en un momento donde necesitaba un soporte que lo ayudara a superar el pasado, y seguir adelante. Sin saberlo, nos mentimos mutuamente, y complicando las cosas, yo negaba mis dudas en saber que, a él, como hijo de Quetzalcóatl, no se le podía mentir. Pero el cruel destino con sus caprichos, parece que me dio la capacidad de engañar a un hijo de Quetzalcóatl, misteriosas son las decisiones que toman Nornas y Moiras ¿Cómo sigue la historia? Con la fuga cortada, esta vez no por nuestros sentimientos reales, sino por una patrulla macrófaga.

Deliberadamente, habíamos evitado volver a París por medio de la inversa del camino que tome para llegar a Luxemburgo, es más, por indicación de Adi, no iríamos a París, iríamos a Dunquerque. Viajamos por el norte, por Bélgica, y afortunadamente, el viaje fue lo suficientemente tranquilo como para hablar todo lo que hablamos, me rio al pensar en cómo todo lo que hablamos, hizo que ese viaje de 2 o 3 horas, pareciera cuestión de minutos, yo, no puedo describir la alegría que sentí en esos momentos, la sensación de paz que me dio hablar algunas cosas con él, finalmente, hablarlas sin las barreras que habíamos tenido desde hace no sé cuánto. Pero como la liebre blanca, que, sobre el oscuro pavimento, escapa del águila, finalmente nos encontraron. Fue en Bruselas, en donde pese a las maniobras con el auto, el escape a pie y vuelo, los campos de niebla, y todo lo que hicimos, las garras del águila se hundieron en nuestro cuello, en forma de varias patrullas y helicópteros, junto a sus agentes. Debería haber luchado, quedarme atrás para que Adelphos huyera con los papeles, pero él pensó exactamente lo mismo, solo que con él en mi lugar. Y así fue como mientras éramos rodeados en un edificio abandonado, se las ingenió para engañarme, y a la vez, salvarme. Todavía no lo termino de entender, pero se raspo la piel de su tobillo, revelando una delgada capa de un metal dorado, que, junto a un hechizo de su pueblo, utilizo para que el PEM que genere, lo siguiera, tomando una forma similar a un rayo. -Podemos hacer que se quedé en el cielo- Ni siquiera me lo cuestione, le hice caso porque sí, porque confió en él, o porque no había una mejor idea, no lo sé; solo sé que se fue volando por la ventana, con ese rayo persiguiéndolo como si fuera un animal, como una serpiente de plasma y electricidad, queriendo hundir sus colmillos en su presa. Con su telepatía, me transmitió un mensaje, en pocas palabras, dijo que no iba a ganar, y entonces lo supe. Quise parar el rayo, pero estaba fuera de mi control, era un animal hambriento, en su hábitat natural, y mi amigo era la presa. Invoqué viento iónico a mayor velocidad que nunca, y volé tratando de alcanzarlo, mientras comenzaba a llover. La humedad en mi piel, comenzaba a interferir con mi carga, dificultando el vuelo, pero no pensaba rendirme, si tenía que saltar de techo en techo, lo haría. El rayo, definitivamente era un depredador en ese punto, no solo era una carga atraída por un polo opuesto, era un cazador rastreando a su presa, sin perderle la pista pese a la distancia y los obstáculos, era una bestia que tal vez, yo podría parar, pero él me lo impidió.

Me dijo que me fuera, que debía llevarme el maletín, que no debía caer en manos equivocadas, y le tuve que hacer caso. Tras doblar en una glorieta, perdiendo momentáneamente al rayo, llegamos a donde había quedado el auto, y sin tiempo que perder, Adi me dio su maletín, me subió a la fuerza al auto, e invoco unas hierbas que me acompañaron un trecho del camino, indicándome la dirección. De Adelphos y Bruselas, en ese momento lo último que supe por ese momento, fue lo que sentí con mi electropercepción. Él voló hasta la altura de los helicópteros, y se dejó alcanzar por el rayo, liberando un PEM más potente que él que genere inicialmente. Los motores se pararon, los helicópteros deben haber caído, y mi amigo se convirtió en el centro de atención, para que yo pudiera huir con esos papeles. Durante el resto del viaje, no lo tenía para conversar, ni siquiera me atreví a llamar a nadie, por lo que el único sonido que entro a mis oídos, fue el del disco que puso Adi, al subir en Luxemburgo, pero no le preste atención. Ahí estaba, pero yo no lo escuchaba, mi mente estaba en otro lado. Con la solemnidad de un velorio, yo solo seguí manejando, sin parar para nada. Maneje y maneje, hasta llegar a Dunkerque, pero tampoco sé cómo llegue. Solo sé que clave el freno, cuando reconocí a un grupo de republicanos macrófagos, corriendo el auto para frenarme.

No sé si todos ellos, pero por lo menos los lideres, ya sabían que Adi estaba infiltrado entre los macrófagos, por lo que no tuve que explicarles mucho. Prácticamente, solo tuve que narrar lo ocurrido en Bruselas, o al menos, eso intente. Mi mente inquieta, se poblaba de recuerdos, algunos felices, otros dolorosos, y el resultado, era una dificultad para hilar las palabras, que me llevo a que más de una vez, tuviera que repetir oraciones enteras. No recuerdo donde estábamos, creo que era una cocina, solo recuerdo que estaba tratando de hablarles a mis acompañantes. En persona, me acompañaban dos de los republicanos, Hiro y Eva, cuyos nombres no me eran desconocidos, y junto a los que creo haber luchado alguna vez, pero con los que nunca tuve la oportunidad de conocer bien, y también estaba Ryan. Ryan, la persona de la que, de la misma forma en que yo seguía amando a Abigail, Adelphos estaba realmente enamorado durante lo que duro nuestra… relación, un hombre al que conozco más por lo contado por los demás, que, por mi experiencia personal, pero de todo lo que se, es que es alguien a quien Adi realmente ama, en el sentido romántico. Alguien que, como yo en ese momento, tenía dificultad para controlar sus emociones, pero de forma diferente. Mientras yo, sin terminar de digerir la revelación, me enfrentaba a una derrota en la que no podía no sentirme culpable, y que me hacía volver a abrir viejas cicatrices en el alma, el comenzaba a sufrir la en ese momento todavía futura perdida de la persona amada. Cuando en el auto, Adi me comento, algo del asunto de Ryan, yo desconfié. Pero ahora, al recordar la actitud con la que me hizo preguntas, su tono de voz, su andar de un lado al otro, puedo reconocerme a mí mismo, durante el desenlace de la masacre de Retiro. Ese miedo que viene de sentir que ocurrió lo peor, pero todavía no saberlo, esa maldita incertidumbre que te corroe desde adentro. Quien necesitaba atención, no era yo, ese era Ryan, debería haberle dado un abrazo, que es lo que yo necesite cuando encontré a Abigail muerta, y nadie me dio. Por Frigg, donde sea que este Ryan ahora, se lo que debe estar sintiendo, él ahora está donde yo estuve, y no fui capaz de siquiera abrazarlo, cuando lo tuve enfrente. Pero en esos momentos, mi imagen de Ryan era la peor, y me temo que tal vez, le siga guardando algún rencor. Mi primera impresión de ese sujeto, fue la de un psicópata, un berserker moderno, y las historias que escuche, no hicieron otra cosa que empeorarlo. Creo que tal vez, en su momento, Ryan fue una de las cosas que me hizo caer en los brazos de Adi, el verlo susceptible a eso que creía un monstruo, me hizo temer que el volviera a sus garras, y yo debía evitar eso. Ahora, entiendo que las cosas son complicadas, muy complicadas, y que tal vez, Ryan y yo no seamos tan diferentes.

Acabo de hacer una pausa para desayunar. Yo no quería comer, quería seguir escribiendo esto, que, de alguna forma, siento que el hacerlo mantendrá con vida las últimas horas que pase con Adi, pero, me convencieron que solo estoy sufriendo, llorando en tinta, como dijo Abigail. Es una bendición de todos los dioses el que nos tengamos el uno al otro. Sin su apoyo y compañía, no sé cómo haría frente a esta tragedia. Los últimos días han sido horribles, ayer fue la fiesta que los cristianos llaman Navidad, la conmemoración del nacimiento de su Salvador, pero nosotros estábamos de luto, sumidos en la derrota. En Dunkerque, mientras hablaba con los Republicanos, Ava, quien estaba presente desde el otro lado del celular, corto más de una vez para hacer averiguaciones. Gracias a ella, supimos que Adi estaba retenido en Bruselas e hicimos todo lo que estuvo a nuestro alcance. Leyendo mis propias palabras, me siento como una porquería, como si intentara usar ese hicimos todo lo que estuvo a nuestro alcance, para salvarme, pero así fue. Llegar a Bruselas, no fue fácil, rescatar a Adelphos, no fue fácil, pero lo cruel, es que, de cierta forma, los Macrófagos nos permitieron rescatarlo. Yo no entre a la prisión, porque me quede atrás, luchando junto a la Capitana Iskra Boguska, y sus combatientes, contra las tropas macrófagas que defendían la posición. Tal vez fue por la ira que dejo salir mi tan reprimido lado sanguinario, o tal vez fue real, pero hubo un punto del combate, en que sentí que los Macrófagos casi nos dejaban pasar, y no creo que fuera poco plausible. Lo habíamos logrado, Hiro y Eva habían logrado sacar a Adelphos de la prisión, y junto a Ryan e Iskra, permitieron su llegada al bosque, pero había un "pero", hijos de la remilputa. Él ya estaba de vuelta con nosotros, íbamos a volver a casa, íbamos a festejar la Navidad en familia, pero el maldito desgraciado de Morgan, le puso una pulsera mágica que lo teletrasportaría de regreso al encierro después de algún tiempo. Maldito desgraciado Morgan, maldito desgraciado, una de las dos únicas personas que mataría sin ningún

Y así lo perdimos, todo el esfuerzo, en vano ¿la consecuencia de nuestro fracaso? Su muerte, pena de muerte le dieron. Fracase al salvar a mi amigo, tal y como en su momento, fracase en salvar a Abigail, la sangre de ambos mancha mis manos. Solo quedaba una opción, descubrir donde lo ejecutarían, y rescatarlo ahí mismo, pero por lo que supimos, lo llevarían a ejecutar a otro sitio, siguiendo una especie de ritual. Nuestro esfuerzo fue en vano, pero el de Adi, su trabajo de meses, su sacrificio, no podía serlo. Fue por eso que mientras los republicanos debatían acerca de planear un nuevo intento de rescate, o replegarse a Dunquerque, yo solo cerré los ojos, y busqué la respuesta en mi corazón. Su entrega, su calvario, no serían en vano, yo sería el mensajero que entregue sus frutos. Sin él, la familia siempre estará incompleta, pero si el maletín no llegaba a casa, todo, absolutamente todo, habría sido en vano. Y en mitad de la conversación, libere un grito, antes de extender una ráfaga de viento iónico para irme volando. Y volando más alto que las aves, me deslice a través de la ionosfera, consolándome mientras las cargas absorbidas por mi cuerpo regeneraban mi carne y recargaban mi espíritu, con la energía que necesitaría para hacer ese viaje, sin mirar atrás. A medida que me alejaba de Bruselas, más me alejaba de poder salvar a Adi, pero no debía pensar en eso, debía llegar a Dunkerque, tomar el maletín, y volver a las Islas Amanecer, y así hice.

Cuando llegue a casa, no tuve un aterrizaje suave, me estrelle con la potencia de un rayo, pero logre que fuera mi cuerpo, y no el maletín, quien recibiera el impacto. Me quede unos segundos en donde caí, no porque no me pudiera levantar, sino, porque necesitaba recomponerme. En mi cabeza, recordé las fiestas de Yule con mi familia en Sølv, cuando mi abuelo venía a visitarnos, y comíamos alitas de Garratrueno, como aperitivo, antes del plato fuerte, del mismo dragón. También recordé la Navidad de 2018, la única que pasé junto a Abigail y los linmerayos, una de las pocas veces, antes del éxito del levantamiento, en que sus padres no tuvieron problema en tenerme como invitado en la casa, aunque solo fuera un rato; y como ese año, éramos felices sabiendo que pasaríamos estas fiestas codo a codo. Sentí un nudo en la garganta, cuando parado detrás de esa puerta, juntando nieve en mis hombros y espalda, imaginé que como el portador de los frutos y las malas noticias que era en esos momentos, entraría a un banquete cargado de alegría y felicidad, solo para destruir es fiesta. Imaginaba sus rostros riendo, sus espíritus llenos de júbilo, toda esa alegría, pulverizada por mi mensaje, pero no sé si para bien, o para mal, el escenario era distinto. Cuando finalmente abrí esa puerta, fui recibido por otra puta discusión de Apolo y Ares, a lo que no podía contestar con otra cosa que gritarle que cerraran el hocico. Ya había tenido suficiente como para tener que bancarme a esos dos, así que lo último que podían pretender, era que los dejara discutir, mientras esperaba mi turno para hablar. Y uno de los dos me recrimino –¡Tú que tanto hacías!– ¿Qué hacía? Intentando salvar a tu hermano, la puta que te pario, y ahí solté todo.

No puedo más. Logré salvar el esfuerzo de Adi, pero no a él. Ni siquiera sabía dónde lo iban a matar, de casualidad que Deo, soñó con ese lugar, pero ya era tarde. Ese lugar, una de las tantas islas heladas de Haimericland, el mismo archipiélago que me vio nacer, cuando llegamos, solo alojaba la nieve manchada de sangre, que testimoniaba el final de nuestro amigo, al menos, su final entre los vivos. No sé cuánto tiempo estuvimos en esa condenada isla, solo sé que ya nada volverá a ser igual. Ahora, dejo este papel, antes que mis lágrimas sigan corriendo la tinta, que yo no puedo más. Por más que intente pensar en cómo su sacrificio trae esperanza al mundo, y como el saber que nunca nos traiciono es un gran alivio, sé que su muerte no quedara impune, y eso me da miedo. Se las atrocidades que esta guerra nos llevó a cometer, se cómo cada vez es más difícil contenerse, y se cómo el dolor de una muerte puede justificar cosas peores. Sé que esto, nos empujara a dejar que el abismo mire nuestros interiores, y nos arrastre a él, dejándonos convertir en monstruos. Amigo, donde sea que estés, ruega por nosotros.

Notas[]

  1. Nota: Teniendo en cuenta que la escena de la persecución puede ser algo confusa, decidí dejar una nota aclarando unas cosas:
    • Tramos del camino: El camino al que me refiero, que se ubica en las coordenadas 49°28'48.9"N 6°07'20.9"E, está dividido en tres tramos, T1, el tramo que va desde la A3 hasta T2, un tramo perpendicular que conecta T1 con T3, y esta última, es un tramo aproximadamente paralelo a la A3, que llega hasta un bosque cercano, aparentemente cruzándolo, y que en el metro 350, desde T2, se encuentra con otro camino, que cruza la ruta a través de un puente, y lleva a la Comuna Luxemburguesa de Dudelange. Obviamente, "T3" mide más de 350 metros, pero por cuestiones de narrativa, lo dividí así. A continuación, los otros tramos y "la matemática", detrás de la persecución, tengan en cuenta que estos serían los datos “reales”, ignorando tiempos de aceleración, maniobras, bajadas y subidas de velocidad, etcétera, mientras que las velocidades del texto son aproximaciones hechas por Hans:
      • T1= 206 M
      • T2= 35 M
      • T3= 350 M
    • Hans:
      • T1= 30 km/h → 25 segundos
      • T2= 10 km/h → 11 segundos
      • T3= 35 km/h → 36 segundos
        • Total= → 72 segundos
    • Policías
      • Demora = -→ 40 segundos
      • T1= 61 km/h → 12 segundos
      • T2= 18 km/h → 7 segundos
      • T3= 57,27 km/ h → 22 segundos
        • Total= → 81 segundos
    • Los Policías abandonaron T2 en el segundo 59 (40s+12s+7s= 59s), Hans lo hizo en el 36 (25s+11s= 36s), lo que significa que, en ese punto, la ventaja de Hans era de 23 segundos. Como en T3, Hans iba a 35 km/h, en el segundo 59, 36 segundos después tomar el tercer tramo (25s+11s= 36s, casualmente, la mitad del tiempo total para hacer T3), él iba por el metro 350 de un total de 350 (d=v*t, d=35km/h*36 → d= 9,7222... M/h*36  → d= 350), en otras palabras, Hans alcanzo el cruce en el mismo momento que los Policías alcanzaron T3, por lo que se podía haber ido en ese momento, pero prefirió despistarlos.
  2. Nota: La palabra Prenda, en este caso no es de ropa, sino que es un término gauchesco para referirse a la mujer amada.
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